El Triángulo de la Tristeza

Córdoba

Al fin se estrena una de las películas más galardonadas de los últimos meses y también una de las que menos consenso ha generado. Ahora el público de Córdoba podrá dictaminar al respecto. “El triángulo de la tristeza” participó en el Festival de Cannes en mayo del pasado año, donde obtuvo la Palma de oro a mejor película, segunda vez que la recibe su director, Ruben Östlund, honor que comparte con otros ocho directores, entre los que se encuentran Francis Ford Coppola, Shohei Imamura, Ken Loach, Michael Haneke o los hermanos Dardenne. La cinta fue presentada en España en la sección Perlas del Festival de San Sebastián y actualmente está nominada a los Premios Oscar en las categorías de mejor película, dirección y guion original.

La película arranca apuntando al mundo de la moda y presentando a uno de sus protagonistas, un modelo cuya pareja es una influencer con la que pronto se embarcará en un crucero donde coinciden con un grupo de estrambóticos millonarios en contraste social con el personal de servicio y con el capitán del barco, marxista y bebedor.

Desde las primeras ficciones de estética documental, Östlund describía los conflictos raciales y de clase en Suecia, problemas de inmigración, la culpa y los roles de género. Los temas planteados en su filmografía (“Involuntario”, “Play”, “Fuerza Mayor” y “The Square”) hacen referencia a la figura del extranjero o al inmigrante (aquellos que denominamos “otros”), así como a la masculinidad y la familia. En el núcleo de su cine hallamos una crítica de los conceptos de arte, de individuo y del otro en la sociedad occidental. Ahora en “El triángulo de la tristeza” da un paso más en dirección a la comedia y con una reflexión de sátira grotesca sobre el capitalismo, los roles de género, la belleza y las jerarquías de poder; y acaba plasmando la incapacidad del sujeto contemporáneo para hacer frente a la vida salvaje, y la alienación del hombre de su propia esencia.

El director ha declarado en más de una ocasión que se siente especialmente influenciado por el cine de Luis Buñuel y, por tanto, no es de extrañar que contemplando su película nos vengan a la memoria “El ángel exterminador” o “El discreto encanto de la burguesía”. Aunque también “La grande bouffe”, de Marco Ferreri, “El guateque”, de Blake Edwards, o “El sentido de la vida”, de los Monty Python.

Por otra parte, Östlund no es el primero en localizar en un barco su particular metáfora sobre el naufragio del capitalismo. En grandes buques vacacionales se han desarrollado cintas extraordinarias, como “Una película hablada”, de Manoel de Oliveira en la que describía el malestar de su tiempo y el sueño de la construcción europea saltando por los aires; o “Film socialisme”, de Jean-Luc Godard -filmada en el Costa Concordia que luego se hundió- donde reflexiona sobre la decadencia de Europa.

En cuanto al reparto hay que destacar el trabajo que hace la actriz y modelo sudafricana Charlbi Dean y lamentar su prematuro fallecimiento el pasado mes de agosto a causa de una sepsis bacteriana. Dando vida a su pareja en el filme, el actor, escritor y director británico Harris Dickinson; y especialmente brillantes los trabajos de Dolly de Leon y Woody Harrelson.

Por último, el título de la cinta hace referencia a una escena del inicio en que se pide al modelo protagonista que relaje el triángulo de la tristeza, es decir, esa sutil afección de pesar que se manifiesta en unos pliegues en la frente en convergencia con las cejas. Una demanda bastante sintomática de una sociedad que reclama emociones estéticas positivas y reprime las negativas que ella misma genera. Al finalizar la película, además de habernos reído bastante, llegamos a reflexionar que quizá solo dando un giro al orden de valores imperante podamos liberar nuestra frente de ese temido “triángulo de la tristeza” marcado en nuestros rostros por la tensión que genera adecuarse a las exigencias del sistema.