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El Calvario halla la escritura de venta de su Cristo a la Hermandad de los Mulatos en 1636

La citada corporación, extinguida a finales del siglo XVIII, fue el germen de la refundación en 1886 de la actual cofradía de la Magdalena

Escritura de venta del Cristo del Calvario a la antigua Hermandad de Los Mulatos / @Hdad_Calvario

Escritura de venta del Cristo del Calvario a la antigua Hermandad de Los Mulatos

Sevilla

Ha sido hallada la semana pasada en el Archivo Histórico Provincial, después de un largo proceso de investigación, la escritura notarial por la que los herederos de Gaspar Pérez de Torquemada -quien había encargado a Francisco de Ocampo la hechura de la imagen de un crucificado en 1611- vendieron la talla en el año 1636 a la cofradía de la Presentación de Ntra. Sra., de los Mulatos de Sevilla.

La venta fue concertada en 1.300 reales de vellón, para cuyo pago tuvo incluso que endeudarse la cofradía, que poseyó la imagen desde entonces y hasta la desaparición de la corporación a fines del siglo XVIII.

Con este documento se cierra un vacío historiográfico acerca de los avatares de la imagen y de su presunta posesión por la hermandad de la Presentación, pues desde 1627, fecha del inventario post-mortem de los bienes de Gaspar Pérez de Torquemada, no existía ninguna referencia de la talla hasta los primeros años del siglo XIX, en que se constata la presencia en San Ildefonso del crucificado que según la tradición y algunos testimonios indirectos había sido de la antigua Hermandad de los Mulatos.

Se demuestra ahora no sólo que el actual Cristo del Calvario fue la imagen titular de la hermandad de la Presentación de Nuestra Señora desde 1636, sino que la imagen pasó a ella directamente desde el oratorio privado para el que se encargó, sin más avatares. Es muy curioso el hecho de la cláusula introducida en el contrato por la que la cofradía se obligaba a abrir la capilla a los hijos de Pérez de Torquemada cada vez que quisieran rezar ante la imagen, debido a la gran devoción que tenían por ella. Sería la misma devoción que concitaría a sus pies a los mulatos de la ciudad durante 150 años, y que movería en 1886 a los fieles de San Ildefonso a recuperar aquella antigua hermandad para continuar hasta hoy con su culto público.

El Cristo del Calvario

Estilísticamente, se trata de una talla manierista, documentada como obra realizada por el imaginero Francisco de Ocampo entre 1611 y 1612. Hasta 1940 se atribuía su autoría a la gubia de Juan Martínez Montañés, como otras muchas tallas anónimas de la ciudad, creencia no del todo desatinada por cuanto Ocampo trabajó en el taller del maestro durante algunos años a comienzos del siglo XVII; sería en ese año cuando, a causa de su restauración, apareció en su interior un documento manuscrito del artista por el que se testimoniaba su autoría, escrito al que acompañaba una reliquia del lignum crucis que desde entonces figura en un relicario a los pies de la Virgen de la Presentación en su paso procesional.

El crucificado fue encargado por Gaspar Pérez Torquemada para la capilla que éste poseía en la iglesia de Santa Catalina, hecho que condicionaría su tamaño, algo inferior al original, al no estar concebido para ser procesionado.

La escritura de concierto entre Pérez Torquemada y Francisco de Ocampo, fechada el 5 de noviembre de 1611, estipulaba que la imagen debía seguir el modelo montañesino del Cristo de la Clemencia, situado hoy en la Sacristía de los Cálices de la Catedral (1603), en el que se inspira, y cuya afinidad estilística reforzaría sin duda su atribución durante tanto tiempo a la producción de Montañés. No obstante, es una obra de una sensibilidad distinta a la de su modelo, con un mayor realismo formal y un patetismo que envuelve toda la obra, lo que supone una evolución estilística en el realismo de la imaginería sevillana del primer barroco.

Desde el último tercio del siglo XVII, en que la imagen pasa a poder de la antigua hermandad de los mulatos de Sevilla -antecedente de la actual Hermandad del Calvario- el crucificado comienza a ser procesionado sobre su primer paso, primero el Miércoles Santo y posteriormente en la Madrugada del Viernes, sufriendo desde entonces diversos daños por este motivo. Tras diversas intervenciones ocasionales sobre la talla, debió ser acometida una primera restauración integral en 1940 y, posteriormente, en 1987 a causa de los desperfectos acumulados históricamente que presentaba sobre todo en el hombro izquierdo, la espalda y en la corona de espinas, ya que fue una práctica habitual el colocársele antiguamente sobre la misma una peluca de pelo natural.

 
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