Si yo fuera Córdoba
Firma de opinión de la periodista, Lola Jiménez
Si yo fuera Córdoba. Lola Jiménez
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Córdoba
No hace ni cinco años que la Unesco otorgó a Córdoba su cuarto reconocimiento como Patrimonio Mundial. Esto significa que una ciudad de algo más de 300.000 habitantes puede mirar cara a cara a colosos como París y Roma.
En estos días, víspera de Fitur, a Córdoba no se le puede pedir más, solo originalidad por parte de los responsables a la hora de presentar lo que es un valor de siglos y de futuro.
Por eso, si yo fuera Córdoba estaría decepcionada con mi contenido humano. Sí, con todos y con todas, responsables municipales y ciudadanía.
Si yo fuera Córdoba habría pedido a Bizarrap unas cuantas sesiones para desahogarme a gusto y gritar a los cuatro vientos que estoy harta de desagradecidos, de maltratadores del patrimonio, de gente poco aseada que no duda en pisar lo fregado.
Y es que Córdoba está sucia. Sus calles no son lo que eran; basura, colillas, cacas de perro campando a sus anchas, con un lavado de cara algo más preciso por los lugares clave y con la cara muy sucia en aquellos barrios donde no se espera visita.
Siendo una enamorada de Córdoba, no es fácil para mí asumir la responsabilidad de hablar por ella. Solo lo hago cuando sus gritos me conmueven. Esta es la segunda vez, la primera fue para mostrar mi admiración a uno de los mayores valedores de esta bella ciudad, mi amigo y maestro, Agustín Martínez. Dejarlo salir por la puerta fue tan desolador para Córdoba como perder la mano con la que escribir sus memorias de pasado, presente y futuro.
Hoy, sin él paseando sus calles, seguimos castigándola, con la cruel seguridad de que, igual que una madre, jamás cogerá la maleta y se irá a otra parte donde la traten como lo que es, un tesoro regalado.