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Cheickine, un viaje de cinco años de Malí a Córdoba

El joven navegó más de 800 kilómetros en patera desde Mauritania hasta ser recogido por un bote de salvamento de Cruz Roja

Cheickine se toma un autorretrato en los estudios de Radio Córdoba / Cadena SER

Córdoba

La fotografía que acompaña esta información es un autorretrato que Cheickine Cissé captura en su móvil a su paso por los estudios de Radio Córdoba - Cadena SER y nos enseña contento. Minutos después, empieza a construir, esta vez con palabras, otra escena: la de cinco años de ruta desde Malí hasta España. "El recuerdo más nítido que tengo de mi país es una guerra permanente que solo va a peor, así como la sensación de no tener seguridad", explica. Casi siente que tiene que justificarse y ahonda en la situación: "Cuando en cualquier momento pueden matarte por las calles de tu pueblo, tienes que salir de allí".

Cheickine Cissé, cinco años de viaje de Mali a Córdoba

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El conflicto iniciado en 2012 con el golpe de estado que expulsó a Amadou Toumani Touré y la inmediatamente posterior 'rebelión tuareg' por la independencia del Azawad fueron gasolina para una región ya de por sí incendiada por la corrupción política y militar o la actuación en el territorio de organizaciones islamistas como el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, que posteriormente se integró en Al-Qaeda. Después, llegarían muchos más como Ansar al-Dine o el MUJAD.

La preocupación de los países de la OTAN por la región del Sahel, que ha ganado relevancia en la reciente cumbre de la alianza celebrada en Madrid, tiene su semilla en la inestabilidad de Malí. En 2013, por primera vez, efectivos Fuerzas Armadas españolas se desplegaron en la región como parte de la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Malí (EUTM-M) con el objetivo de suministrar apoyo logístico y adiestrar a los militares del país. En esta labor se prevé la próxima implicación de la Brigada 'Guzmán el Bueno X', con base en Cerro Muriano (Córdoba), aunque no se ha concretado la fecha de despliegue.

La República de Mali es limítrofe con ocho países, por lo que se convierte en un punto clave en la ruta de migrantes de otros Estados africanos. Y al mismo tiempo, la población oriunda busca una vida mejor iniciando el peligroso viaje a Europa. Cheickine es uno de los 158.000 refugiados malienses que han abandonado un país cuya situación de conflicto deja más de 326.000 desplazados dentro de sus propias fronteras, según los últimos datos del Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno (IDMC).

"Lo primero que hice, en 2016, fue buscar un trabajo en un pueblo cercano al mío", relata el joven de 25 años. Tras algunos meses, logró cruzar a Argelia pero la expedición parecía haber terminado en junio de 2017, cuando fue interceptado por las autoridades y deportado a Níger. Cissé recuerda que le "dejaron en el desierto sin agua ni comida y tardé casi una semana en encontrar una zona habitada".

Tuvo que volver a Malí, donde se cobijó con su familia durante apenas sesenta días. Tiempo mínimo para reponer fuerzas y volverlo a intentar. "Esta vez opté por Mauritania como posible vía de salida", donde cuenta, "encontré un trabajo que me permitió subsistir durante ocho meses". Sin embargo, la policía mauritana también lo identificó como inmigrante ilegal y lo devolvió al desierto del Sáhara. "No hacemos nada malo ni a la población ni a las autoridades", exclama, "simplemente no quieren que pasemos".

Consciente de que sus opciones se agotaban, no esperó ni veinticuatro horas para iniciar de nuevo la travesía de cruzar Mauritania de Este a Oeste. Llegó a la costa, pero seguía estando en África. Objetivo no cumplido después de haber gastado "cerca del equivalente a 3.000 euros" en lo que él denomina "mis transportes". Desde la playa de Nuadibú, el peaje para entrar en España supone montarse en una patera.

Desde 2014, más de 24.000 migrantes han fallecido o desaparecido en el Mediterráneo, 16.600 de ellos, ahogados.

En la Ruta Canaria, que 'conecta' varios puntos de África con el archipiélago español a través del Océano Atlántico, se han producido 2821 muertes y desapariciones desde 2014, la mayoría, durante el año pasado

—  Datos del Missing Migrants Project de la ONU

Cheickine está a punto de embarcarse en la conocida como 'Ruta Canaria', una de las más peligrosas del mundo para la Organización Internacional para las Migraciones, atendiendo al número de fallecidos y desaparecidos por año. "El 17 de septiembre estábamos listos, pero el mar no quiso que subiéramos a la lancha, así que tuvimos que esperar hasta la noche siguiente", recuerda.

Junto a otras 42 personas, desde el primer día pensó que sería el último de su vida. "Yo nunca había visto el mar antes, me encontraba muy mal, vomité varias veces y ni siquiera podía beber agua", narra el joven, que pasó seis días en el Atlántico sin apenas provisiones. Hasta que llegó un barco de Cruz Roja Española. "Jamás lo voy a olvidar", señala, "porque lo primero que piensas es que no vas a morir".

Tras su rescate, Cheickine ingresó en el Programa de Acogida e Integración de Personas Solicitantes de Protección Internacional. Pero después de cinco años en ruta, había planteado la llegada a Europa como un fin, no como un paso intermedio. "Hay un golpe de realidad cuando empiezas a integrarte", admite, "porque pensamos que al llegar podremos encontrar un trabajo, pero no tenemos papeles". Además, añade, "tenemos la barrera del idioma y los altos costes de la vida aquí".

Imagen de recurso de un salvamento de un rescate de inmigrantes en patera.

Imagen de recurso de un salvamento de un rescate de inmigrantes en patera. / Getty

"No pensé en nada de esto cuando salí de mi país", reconoce haber meditado en su trayecto hacia Córdoba capital, donde la ONG había encontrado una plaza libre para él. Sin embargo, se reafirma en su posición, pues "pese a las dificultades, aquí no tengo miedo de que me peguen un tiro por la calle, lo cual ya compensa".

En el último año, Cheickine ha dado pasos de gigante aprendiendo español. Detalla su viaje casi sin titubear y, a día de hoy, trabaja en una explotación agrícola, lo cual le ha permitido alquilar una vivienda junto a otros tres compañeros. "Me gusta mucho Córdoba y su gente, mis compañeros de trabajo y mi jefa me respetan y dan cariño", asegura. Eso no quita, añade, que haya tenido que enfrentar situaciones xenófobas aquí: "Especialmente cuando he salido con algún amigo, se ha dado que los porteros de los pubs nos prohíben la entrada poniendo alguna excusa, aunque la realidad es que no quieren negros dentro de su local".

"Es triste", dice el joven, que tras todo lo vivido le resta importancia. Su sonrisa solo se desdibuja cuando habla de su familia, que sigue en Malí. Cuenta que habla con su madre "todo lo que puedo y, cada vez que tengo diez o veinte euros se los envío, pero su situación allí sigue siendo difícil". Ella cuida en solitario de sus hermanos en un país con una brecha de género superior al 62 %

Ahora, Cheickine empatiza con los refugiados de la invasión de Rusia sobre Ucrania. Asegura, "quiero un mundo donde todos vivamos sin problemas y no me gustan las personas como Putin, que por capricho quieren enfrentarnos". Antes de despedirse, pide permiso para tomarse la fotografía, porque "quiero recordar el momento, nunca había estado en una radio". Se hace un selfie, creemos, sin ser consciente de que acaba de retratar la realidad de miles de migrantes y refugiados en una grabadora.

Álvaro Guerrero Jiménez

Álvaro Guerrero Jiménez

Redactor y editor en los servicios informativos de la Cadena SER en Córdoba. Previamente ha trabajado...

 
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