Sí se puede
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobre la necesidad de que la ciudad sea exigente con los eventos que acoge y no un destino condenado a la vulgaridad
Carlos Navarro Antolín, subdirector del Diario de Sevilla
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Sevilla
No tenemos que conformarnos con ser una ciudad idónea para despedidas de solteros. Pelucas, baratijas taurinas, hinchables con formas sexuales, camisetas tuneadas… No tenemos que resignarnos y aceptar que dos días antes de una final de fútbol nuestras calles principales dejen de ser nuestras, cambien el olor habitual por la peste y la calma cotidiana por el riesgo de sobresalto. No debemos dejar que Sevilla sea un destino barato en su peor acepción, un lugar de paso en el peor sentido, una ciudad para ese turismo de consumo al que le importa poco el patrimonio y ese conocimiento de una ciudad nueva que rima con enriquecimiento.
El jueves próximo se demostrará que Sevilla puede y debe aspirar a acontecimientos de alta calidad. Puede y debe combinar sus tradiciones más exquisitas y bellas con esas convocatorias que captan verdaderamente ese perfil de viajero de elevado nivel por el que tanto clamamos. El jueves hay procesión del Corpus. Carráncanos, custodia, juncia y romero, repique de campanas de la Giralda, paso de la Sagrada Cena con todo el misterio… Y por la noche, desfile de las modelos de Dior en la Plaza de España. Ah, y además tendremos un concierto de Alejandro Sanz en el Benito Villamarín.
Se puede, sí se puede tener una oferta de calidad. Se pueden usar los monumentos con criterio, con respeto y sin excesos. Se puede compaginar la Sevilla del Corpus, antaña fiesta grande por encima de la Semana Santa, con la que se proyecta en el mundo de la alta costura o de la música más comercial.
Fue el alcalde Rojas-Marcos el que dijo “Sevilla puede con todo” cuando se le preguntó si la ciudad podía ultimar la Expo’92 y preparar al mismo tiempo sus dos fiestas mayores, todo ello en menos de un mes.
Cuidemos la ciudad como si fuera el salón de casa. No somos un destino de alcohol y ‘balconing’, aunque suframos ese turismo de torso desnudo, sino caracterizado por una historia de siglos, una cultura milenaria, una arquitectura con ejemplos de los mejores estilos de la historia de la humanidad y un carácter alegre y abierto bañado por la luz que nos entra por el río.
No podemos abaratar la ciudad, malvenderla y dejar que la maltraten. El jueves puede ser un buen día, una referencia para el futuro. Podemos hacer bien las cosas y trabajar para que la ciudad sea de verdad un destino de cinco estrellas. Ahora que retorna el turismo de masas, tenemos que creernos nuestro valor, tener orgullo propio. No se trata de ser elitistas, sino justos con nosotros mismos. Confiar en nuestro potencial. Sevilla puede. Claro que puede.