Los alpinistas de Granada Vivancos y Saldaña: "Nos jugaríamos la vida el uno por el otro"
Los dos aventureros inician en pocos días la ascensión al Broad Peak, un coloso de más de ocho mil metros
Hora 25 Granada A Fondo - 23-05-22 / Fernando Vivancos y Pepe Saldaña
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Granada
"En la cumbre hay veces que no da tiempo a nada, más que a desear bajar de allí cuanto antes", explica Fernando Vivancos, a lo que Pepe Saldaña añade que "depende de la cima", y relata después cómo permanecieron un buen rato en la cumbre del Cho Oyu porque "aquello era como un campo de fútbol y podías estar allí todo el día". Así, como en la conversación, se complementan en cada subida, en cada entrenamiento, en cada día de alpinismo. "Yo tengo dos piernas, que somos Fernando y yo -dice Pepe- y no puedo avanzar si me dejo una pierna atrás", explica mientras sonríe y se acompaña de las manos haciendo aspavientos; y mientras, Fernando, con el índice rascándose la frente, trata de encontrar le medida de lo quiere decir: "Es que la gente va muy rápido, y a veces lo mismo que va de rápido deja de ir, mientras que nosotros en todos estos años ha habido más veces que nos hemos dado la vuelta que las que hemos hecho cumbre".
¿Os jugaríais la vida el uno por el otro? Claro que sí, de hecho Pepe ya lo hizo por mí, cuenta Fernando invadido por recuerdos que le turban el pensamiento, que le conducen a Antonio Jesús Vélez, compañero de fatigas tantas veces, que perdió la vida en una fatídica caída durante una ascensión al Cervino, en los Alpes. "Nosotros no pensamos en el riesgo cuando estamos escalando, estamos muy concentrados", asegura Saldaña, de 61 años, y padre de tres hijos, a quienes trata de tener al tanto "de todo" cuando está de expedición. "Ellos me animan mucho, y mi mujer también, saben que es mi sueño".
Durante la entrevista, Fernando Vivancos, propietario de una tienda de deporte de aventura en la calle Paz, y Pepe Saldaña, técnico en la Diputación Provincial, cuentan sus andanzas en los días previos a iniciar su asalto a la cima del Broad Peak, un coloso pakistaní que se eleva hasta los 8.047 metros y mira de tú a tú al temible K2, a apenas un kilómetro de distancia.
Ascienden sin oxígeno y sin 'sherpa', personal de asistencia, que suele ser autóctono, que porta los equipos en la subida. Primero llegarán al campo base después de diez o doce días de travesía a pie y después, una vez allí, ya a más de cinco mil metros, es obligatorio aclimatar el organismo para evitar el temido mal de altura -que puede causar edemas pulmonares, cerebrales y accidentes cardiovasculares- e ir ascendiendo paulatinamente al resto de campos hasta poder atacar la cumbre.
"A partir de siete mil metros, el cuerpo ya no recupera, así que hay que descansar un poco y hacer la escalada final en el menor tiempo posible", remarca Fernando, que desvela un secreto: "Llevamos siempre un trozo de Sierra Nevada para dejarlo en la cumbre de cada ocho mil que coronamos aunque a veces se queda en el mono por las prisas".