El micromentario de Pepe Belmonte: 'Los viajes en avión ya no son lo que eran'
Columna de opinión del catedrático de Literatura de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia
El micromentario de Pepe Belmonte: 'Los viajes en avión ya no son lo que eran'
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Murcia
Si se fijan bien, se habla muy poco de los aviones, excepto cuando surgen los desgraciados accidentes que, por lo general, suelen ser catastróficos y ocupan la portada de los medios de comunicación.
Hace unos años, en Ginebra, tuve ocasión de mantener una larga conversación con un piloto aéreo de la compañía suiza Cross-Air. Después de un buen rato de escucharle contar deliciosas anécdotas acaecidas a lo largo de su vida profesional, le pregunté –porque quizá no se me ocurrió otra cosa– que qué le parecía el que, cuando aterriza el avión, la gente aplauda. Y, sin pensárselo ni un instante, me miró a los ojos y me dijo que ellos, es decir, los pilotos de la aviación civil, a ese acto tienen la costumbre de llamarle “la guinda del pastel de mierda”, sin que, ni siquiera a día de hoy, acierte yo a saber qué misterio encierra tamaña frase.
Los viajes en avión ya no son lo que eran. Desde que comenzaron los vuelos baratos da la impresión de que ciertas compañías están en su derecho de hostigarnos hasta el punto de llegar al menosprecio. Y, además, el tiempo de vuelo, antaño mucho más silencioso y apacible, se ha convertido en una especie de mercado persa bilingüe –inglés, por supuesto, y la otra lengua que toque– en donde nadie se puede concentrar, ni escuchar música, ni leer, ni hablar tranquilamente con el compañero de al lado.
Comienzan con los datos del vuelo, le siguen las instrucciones en caso de caer al mar o pérdida de presión, con toda esa historia de las mascarillas y el chaleco salvavidas que no entiende nadie… Y cuando ya estamos en el aire, con el avión en horizontal, con el cinturón desabrochado, comienza el baile de los carritos con los cafés, con los refrescos, con los bocadillos, que ocupan todo el pasillo. Y un rato después, sin que dé tiempo a echarte una rápida cabezadita, empieza la venta de las colonias e, incluso, un juego de bingo del tipo rasca y gana, al que nadie le hace el menor caso.
A algunos no les importa demasiado este tejemaneje porque dicen que así se pasa más rápido el tiempo, y cuando te vienes a dar cuenta ya estás en tierra. Pero no es menos cierto que, en tales circunstancias, hoy por hoy, un colegio, a la hora del recreo, resulta mucho más tranquilo y silencioso que el interior de uno de estos aviones modernos, en donde uno, gustosamente, pagaría de más para que no te bombardearan, durante horas y horas, sin compasión alguna, los oídos.
Pepe Belmonte