¿Cómo gestiona nuestro cerebro el odio?
Raquel Mascaraque explica que efectivamente, del amor al odio solo hay un paso, también en nuestro cerebro
El tema de estas últimas semanas puede dar lugar a polémica, también era un poco la intención. Entender que hay diversas maneras, todas respetables, de dar y recibir amor. La verdad que considero que en mi carrera de divulgación soy muy afortunada porque cuando me enfrento a temas más polémicos recibo mucho feedback pero desde el respeto. Y eso me parece muy nutritivo, entender que no hay una verdad absoluta y que puedes estar hablando con una persona que piensa totalmente diferente a ti, pero estáis compartiendo experiencias sin necesidad de odiar a alguien por tener una opinión distinta a la tuya.
Y es que en general es fácil opinar, y más en las redes sociales, pero a la hora de recibir, tenemos que tener presente que el cerebro no está preparado para recibir el feedback de miles de personas, el cerebro está preparado para recibir el feedback de tu círculo cercano. Todo esto me hace llegar al tema de este programa, porque no todas las personas que se exponen públicamente tienen la misma suerte, y es el odio en el cerebro.
El psicobiólogo Ignacio Morgado cuenta en la revista Investigación y Mente como la neurociencia ha llegado a la conclusión de que algunas estructuras cerebrales que se activan en el odio también lo hacen cuando las personas se enamoran románticamente.
El famoso dicho “del amor al odio solo hay un paso” es cierto
Podría decirse que sí, y es que utilizando la resonancia magnética funcional, para ver qué áreas del cerebro se activan más o menos en un momento específico, el neurocientífico Semir Zeki estudió a 17 personas que habían expresado odio explícito a alguien, como a un ex-amante, a un compañero de trabajo, o incluso a un político. Observó que cuando (cito) “una persona ve la foto de alguien a quien odia se activan en su cerebro estructuras como la corteza frontal medial, involucrada en la capacidad de razonar, el núcleo putamen, la corteza premotora bilateral y la corteza insular. Curiosamente, el putamen y la ínsula son estructuras del cerebro que entre otras funciones, también participan en la percepción del desdén y el asco.” Pero es que estas estructuras, curiosamente, también se activaban en el cerebro de estas personas cuando sentían amor romántico.
También observó que la corteza prefrontal, que es una estructura que está asociada al juicio y razonamiento que como hemos hablando en otras ocasiones, se desactiva en el amor (por eso se dice muchas veces que el amor es ciego, y en los primero meses de relación sólo ves lo bueno de la otra persona), Pues este área no se desactiva tanto cuando lo que sienten las personas es odio. Como si el odio requiriera conservar la capacidad de razonar para calcular mejor cómo proceder contra el odiado, o para mantener los pensamientos que lo alimentan y lo incrementan. Esa sed de venganza. Y es que cuanto más manifestaban ese odio hacia esa persona, más se activaban estas áreas cerebrales en las personas, así que podemos decir que de alguna manera el odio se puede medir.