Marcos Garcés: "Hacerle trampas a nuestra democracia"

Bañón

Leí una vez que el director de cine y novelista francés Marcel Pagnol decía que “si no se puede hacer trampas con los amigos, no vale la pena jugar a las cartas.” La posibilidad de hacer o que te hagan trampas nos acompañan desde pequeños. Ya en el colegio había quien copiaba con desparpajo, quien quería, pero no era capaz de mirar la regla en la que se había puesto la chuleta y quien las detestaba.

Las trampas, por pequeñas que sean, además de darte una recompensa directa, generan una descarga de adrenalina y ya se sabe lo que pasa con esta hormona, que engancha. Pero es que, además, tiene su potenciación social. Cuantos más amigos que hacen trampas tienes más probable es que las hagas en el futuro.

A veces, resulta difícil establecer la línea que separa la trampa de la legalidad, pero echando mano de la moral esa línea casi siempre se vuelve nítida. Hace un par de semanas condenaron, por tercera vez, al PP por financiación ilegal, es decir, por hacer trampas, que entre otras cosas, le permitieron tener más recursos que el resto para concurrir a elecciones, más ventaja.

Pero bueno, al final da igual, a base de constancia han conseguido que hacer trampas ya es lo normal, lo esperable, así que no pasa nada, total, solamente es hacerle trampas a nuestra democracia.