Las historias tras la gresca política por la dependencia: "Quería ser una mujer independiente, pero no puedo tener vida"
Las cuidadoras piden una ley que priorice los servicios y les permita el respiro familiar
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Cruz Roja atiende anualmente a más de 1.460 personas mayores y cuidadoras no profesionales en la provincia. / Pixabay
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Santa Cruz de Tenerife
El sistema de dependencia continúa enfrentando a los políticos canarios que, lejos de poner soluciones sobre la mesa, han protagonizado algunas de las mayores grescas de los últimos años. La última es la que enfrentó a la diputada Vidina Espino y la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana. En el Pleno del Parlamento regional se dirigieron acusaciones por la lista de espera y los servicios que ofrece la administración pública con un sonado "prestaciones de mierda" que ambas entonaron.
Detrás de esta ebullición política están las quejas de los colectivos sociales, que acusan al ejecutivo de "maquillar" los datos al basar la atención en prestaciones económicas "precarias" que justifican el descenso de la lista de espera. Es la denuncia de la Asociación de Cuidadoras, Familiares y Amigos de Personas con Dependencia (Acufade) a la que se ha sumado el encargado del último dictamen del Observatorio para la Dependencia, Manuel Fuentes, que califica de "intolerable" la deriva del sistema canario.
Lo cierto es que según los datos del Imserso, fechados a 31 de marzo de 2022, el 64 por ciento de la ayudas que concede Canarias a la dependencia son prestaciones económicas vinculadas a servicio o a los cuidados familiares. De las 30.007 prestaciones otorgadas, 19.285 son en forma de pago.
Y aunque a veces parezcan olvidados por el ruido político, en el fondo se encuentran las personas afectadas y sus familias. En la SER hemos podido conocer el día a día de Lola, una mujer tinerfeña que cuida, las 24 horas del día y los 365 días del año, de su madre de 86 años.
Fue en 2009 cuando solicitó el reconocimiento de dependencia de su madre y su padre, que falleció sin que a su casa llegara ninguna ayuda. Finalmente, en 2018 y gracias a la intermediación de Acufade y de la Diputación del Común, le fue otorgada una prestación de 240 euros mensuales. "Con eso no haces nada. Que alguien venga a bañar a mi madre cuesta, como mínimo, 14 euros la hora", explica.
A los gastos diarios que conlleva el cuidado de una personas con dependencia, como los medicamentos o las cremas especiales, Lola suma los gastos imprevistos a los que tiene que hacer frente como consecuencia del avance de la enfermedad: "He tenido que comprar una cama especial, patucos, una silla para el baño... Son cosas que vas necesitando y que vas teniendo que asumir tú misma".
Esta familia también cuenta con una prestación del Cabildo Insular que consiste en 12 sesiones al mes de estimulación cognitiva. Sin embargo, esta labor se ha difuminado hasta consistir en la ayuda, tres veces por semana, de una profesional que colabora en el baño o traslado de su madre. Según relata la hija, el resto de días "me busco la vida, a veces me ayuda mi marido". También reciben de forma esporádica la atención de un psicólogo y un fisioterapeuta.
Este modelo de asistencia, basado esencialmente en las prestaciones económicas, deja como resultado el deterioro físico y psicológico de muchas cuidadoras. En el caso de Lola, padece diabetes, dolor cervicales, tensión alta y artritis, algo que se complica con los esfuerzos que debe hacer para atender a su madre. "Me estoy poniendo mala. Voy para detrás", asevera mientras explica cómo su desarrollo personal y vital ha quedado en punto muerto: "Sencillamente no tengo vida. No puedes hacer planes, no puedes hacer nada. Si puedes salir tienes que depender de todo el mundo".
También recuerda cómo era su vida antes de que sus padres necesitasen una atención plena y continuada. "Yo quería ser una mujer independiente, con mi trabajo. Es verdad que no tenía un trabajo estable, quizá lo hubiese hecho de otra manera, pero en mi mente es muy importante trabajar". Durante la conversación en la que ha detallado su día a día, Lola ha insistido hasta en tres ocasiones en que cuida de su madre "con todo el amor del mundo". Esta justificación refleja la presión y el sentir de culpabilidad al que están sometidas de forma injusta muchas cuidadoras.
"Más que dinero, necesitamos servicios", ha concluido Lola, que asegura que lucharán por una Ley de Cuidados que incluya soluciones como la cobertura de periodos vacaciones a los familiares que deben cuidar de personas con dependencia.