Las etapas de mi vida

Madrid

Cuando era más joven contaba las etapas de mi vida por novios y ahora las cuento por series y pelis en streaming mal iluminadas. Hay cineastas desaprensivos, que dejan a ciegas a sus personajes y a los espectadores, mientras se centran en destacar la única e inútil lámpara que reina en mitad de la casi invisible acción. Son también especialistas en fotografiar, en cuanto pillan una ventana, bultos color gris marengo, es decir, los intérpretes, a contraluz.

Cuando el actor o la actriz son negros, ni os cuento. Entre otras cosas porque no los he visto. No estoy en contra, ni mucho menos, de los efectos especiales. Pero hoy le das a cualquier imbécil un guion con adulterio y el tipo cree que está rodando Blade Runner en la cocina-isla, en donde la esposa busca a tientas la copa de vino, reglamentaria para los disgustos en series. Y eso, si no mandan un dron para que enfoque la botella.

En este lote entran los llamados efectos estroboscópicos, que obligan a las plataformas a avisar de posibles perjuicios en la vista, como si con lo que no vemos no fuéramos ya servidos. Todo ello forma parte de la obscenidad de vender humo sin hacer arte, y de bombear aire en vez de entretener. De ofrecer truco para revender el manoseado trato.

Estoy en edad de olvidar novios, pero jamás olvidaré que me habría gustado ver el rostro del protagonista que se mueve por un bosque, en una noche sin luna, buscando a su hijo secuestrado y guardando la linterna para el final.