Vamos a comernos la mona

Cartagena

Esta semana santa ha sido un no parar. Había ganas de procesiones, de calle o de las dos cosas y se ha notado. Y tengo para mí que la gente se ha quedado con ganas de más.

A políticos y cargos han parecido faltarles procesiones para salir. Olvidando que en un estado laico la presencia de las autoridades civiles en los actos religiosos debe reducirse a lo estrictamente tradicional, este año han faltado varas para tanto político procesionante. Ya no es sólo en el Santo Entierro (tradición acreditada de siglos) sino que hasta en procesiones neonatas las administraciones se han volcado con su, no demasiado justificada, participación.

Pero es que había ganas, de jueves a domingo un tremendo balamío de gente ha invadido las calles y hacía tiempo que no se veía a la ciudad tan Cartagena, tan ella misma y tan feliz.

Mañanas de turistas al sol de primavera y veladas autóctonas de hachote y capirote, este año, por fin, las procesiones no han ido por dentro y todo ha parecido bien.

Yo creo que la fiesta no debe parar y que tenemos que seguir un poquico más.

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Aunque usted no sepa lo que es el ayuno y la abstinencia, ni si el huevo es carne o no y si se puede comer en cuaresma, no es cosa de dejar pasar una posibilidad de celebrar algo, aproveche la mañana, cómprese usted una mona y váyase a comerla con quien mejor le pete, con su legítima o legitimo, con los hijos o los nietos, con el novio o con la novia, con quien le dé la gana, pero aproveche usted que si algo hemos aprendido en estos últimos años es que, cuando menos se espera, aparece un virus en China o una guerra en Crimea y lo fastidia todo.

Aproveche y no guarde vida para mañana y así, si vienen mal dadas, que al menos nos pillen disfrutados.

Venga. Esta tarde nos vamos de mona y, si aparece algún político por allí a dejarse ver, yo creo que hasta podemos convidarle.