Una sensación curiosa
La Unión Europea sigue siendo incapaz de prescindir de la energía rusa. Alemania dice que no puede permitirse pasar del gas de Putin porque su economía se resentiría gravemente. Ay, esa Alemania que condenó a Grecia a la miseria durante la crisis del euro. ¿Se acuerdan?
Madrid
Esta es una sensación curiosa. Por llamarla de alguna forma. Poner la calefacción, o encender el horno, o llenar el depósito del coche resulta doloroso por el precio. Y es aún más doloroso pensar que cada vez que lo hacemos, contribuimos a una matanza en Ucrania. La aportación de cada uno es modesta, pero oigan, poquito a poquito Vladimir Putin saca para un misil, o un obús, o una bomba. Ahí estamos nosotros, socios financieros de la “operación militar especial para desnazificar Ucrania”.
La Unión Europea sigue siendo incapaz de prescindir de la energía rusa. Alemania dice que no puede permitirse pasar del gas de Putin porque su economía se resentiría gravemente. Ay, esa Alemania que condenó a Grecia a la miseria durante la crisis del euro. ¿Se acuerdan? No hace tanto, poco más de una década. España sufrió, pero Grecia quedó para el arrastre: la mitad de los pensionistas en la pobreza, la mitad de los jóvenes en paro, y un programa de austeridad salvaje. A nadie le preocupó mucho que los griegos no pudieran calentarse en invierno ni que su economía se resintiera. Claro. Aquella fue una crisis grave. Lo de Ucrania, si cerramos los ojos y nos tapamos los oídos, no es para tanto.