El pelotazo de Medina y Luceño

Madrid

Sobre el pelotazo dado por Luis Medina y Alberto Luceño en el Ayuntamiento de Madrid, es posible que muchos ciudadanos se pregunten: “¿Podría yo enriquecerme indecentemente inflando precios en mitad de una pandemia y vivir luego sin sentirme un miserable?”. Yo les contesto: si hubieran conducido alguna vez un Lamborghini Huracán Evo Spider sabrían que sí. Tiene 640 caballos, alcanza los 325 kilómetros por hora y pasa de 0 a cien en 3,1 segundos. Mientras lo conduces es imposible sentir remordimientos porque no puedes pensar en nada. Como te distraigas un momento, te hostias.

No hace falta ser experto en psicoanálisis para ver en los doce súper deportivos que ha comprado Alberto Luceño con sus ganancias una patológica necesidad de huir de sí mismo. Poder desplazarte a 325 kilómetros por hora es la mejor forma de asegurarte que tu conciencia no te alcance. Al mismo tiempo, esa familia numerosa de vehículos te provee también de las suficientes preocupaciones cuando no los conduces -mantenimiento, seguros, iteuves- como para que atenderlas te impida reparar en las muertes que te han hecho millonario.

Eso en cuanto a Alberto Luceño. En el caso de Luis Medina, las hipotéticas dudas que pudiera sentir sobre la ética de su enriquecimiento no son compatibles con la esencia del título familiar: de un ducado de Feria no puede uno esperar veleidades metafísicas. Les basta con tener oído para las sevillanas y que les siente bien el fino. Por cierto, es urgente que el gobierno implante ya una renta básica para la aristocracia. Nos salen más baratos como vividores que cuando se ponen a trabajar.