Sánchez se pega un tiro en el pie tras el cambio de postura histórico sobre el Sáhara

Se le complica al Gobierno esta segunda parte de la legislatura, que se prometía plácida por la salida de la crisis pandémica y una recuperación económica, reflejada tanto en los datos de crecimiento como en la creación de empleo. Pero se ha torcido. Hay un elemento indiscutible que ha provocado parte del seísmo, la invasión rusa a Ucrania, pero no es menos cierto también que al propio Ejecutivo de Pedro Sánchez le toca encarar los efectos, sobre todo económicos de esta guerra, sin haber solucionado algunos problemas previos.

La regulación del precio de la electricidad es uno de ellos, y los problemas del sector agrario, que se arrastran desde hace tiempo, pero agravados ahora por el precio de los carburantes, es otro. No se puede esconder el Gobierno en la instrumentalización de la derecha y de la ultraderecha de parte de la movilización de ayer en Madrid. Los que sacaron sus tractores a la calle eran mayoritariamente representantes de un sector ahogado ya hace tiempo por los costes de producción, como tampoco debe ignorar la movilización de transportistas que, aunque minoritaria e instrumentalizada por la ultraderecha, pone en riesgo el abastecimiento en diferentes puntos del país. Hay motivos para las protestas y del Gobierno se espera, sobre todo, capacidad para el diálogo y un plus de entendimiento no solo con los sectores afectados, sino también con los agentes sociales y la oposición.

Y con la temperatura en la calle escalando el termómetro, Pedro Sánchez se pega un tiro en el pie en política internacional, con un asunto, especialmente sensible para la izquierda en este país y con un trasfondo emocional indiscutible. El giro que ha dado, por sorpresa, en la cuestión del Sáhara, que sigue sin una explicación suficientemente comprensible que lo avale. No solo no sabemos por qué lo hace, ni por qué lo hace ahora, sino también por qué lo hace sin consultar con nadie, ni con los socios de Gobierno, ni con la oposición, ni con el tercer actor implicado, Argelia, que no es un detalle menor.

No solo se trata de un cambio de postura histórico que supone dejar abandonado, de nuevo, al pueblo saharaui, es un cambio que se produce como intentando que nadie se dé cuenta. Una decisión demasiado importante, demasiado sensible, demasiado incomprensible como para pasar página de la manera como pretende Pedro Sánchez.