El negacionismo de la pobreza

Hoy tengo que contaros una cosa que sé que a más de un oyente le va a parecer imposible, a mí también me pareció increíble cuando lo vi, pero estoy casi seguro de que el otro día yendo por Madrid me crucé con un pobre.

Sé que no tengo pruebas, sé que Iker Jiménez ya no trabaja en La Ser, pero tenía que contarlo en “Hoy por hoy”.

O puede ser que el que esté equivocado sea Enrique Ossorio, el consejero de Educación de la Comunidad de Madrid que el otro día se preguntaba dónde estaban los pobres de la capital. Y lo hacía mirando al suelo. Es decir, sólo entiende por pobreza al clásico mendigo que lleva pantalón roto, pelo sucio y está tirado con una cerveza. Vamos, que para el Consejero de Ayuso la pobreza se erradicó en España el día en que el Señor Barragán dejó de salir por la tele.

Pero esa vara de medir la pobreza tiene, por lo menos, dos errores. Primero, que hay otros tipos de exclusión social que no son tan obvias como la mendicidad. Y segundo, que si lleva pantalón roto, pelo sucio y está tirado con una cerveza, también puede ser un estudiante de comunicación audiovisual.

De los políticos uno espera que trabajen para arreglar los problemas de la sociedad y no para que los nieguen. El negacionismo de la pobreza es tan poco efectivo como el avestruz que esconde su cabeza debajo de la arena. Eso sí, cambiando el avestruz por un político que cobra 107 mil euros al año y la arena por el barrio de Salamanca.

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