El deber informativo de los periodistas y la Constitución
La firma de Nicolás García Rivas, catedrático de Derecho Penal
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Nicolas Garcia Rivas
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Firma de opinión | El deber informativo de los periodistas y la Constitución
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Hace algunas semanas comenté una Sentencia del Tribunal Constitucional que dio la razón a un periodista que vio vulnerado su honor por la falsedad vertida por otro sobre una supuesta agresión. Dije entonces que volvería sobre uno de los aspectos de la cuestión: la diferencia que existe entre un ciudadano cualquiera y un periodista cuando imputan a alguien un hecho.
Nuestra Constitución establece un derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”, derecho que adquiere para el periodista un doble sentido por cuanto constituye también un deber, deber que está vinculado a esa veracidad informativa que reclama el texto constitucional. El resto de los ciudadanos podrá informar en alguna ocasión, pero ni despliega siempre esa tarea ni puede considerarse aludido por ese precepto constitucional, ya que no tiene más obligación de veracidad que la que se deriva de las relaciones sociales y, como mucho, podrá incurrir en un delito de calumnia si imputa falsamente un delito.
En su último discurso sobre el Estado de la Unión, Úrsula Von der Leyen afirmó que “la información es un bien público. Tenemos que proteger a quienes hacen posible la transparencia: los y las periodistas” Claro que es un bien público, y además está ligado a la calidad democrática de un país. Cuanto mejor informados estén sus ciudadanos, mayor legitimidad tendrá el poder incluso si resulta más criticado, porque todas las opiniones conforman la opinión pública plural y libre y ésta contribuye a la consolidación del Estado social y democrático de Derecho.
En la Sentencia que da pie a este comentario, el Tribunal Constitucional dice que cuando un ciudadano cualquiera “informa” sobre un hecho en Twitter está ejerciendo ese derecho/deber al que me estoy refiriendo aunque no sea periodista. No es así. No puede ser así. El respeto a la verdad es el primer compromiso ético del periodista, según reza el Código Deontológico aprobado por la Federación de Asociaciones de la Prensa de España.
No, el resto de los ciudadanos no tenemos acceso a la conformación de la opinión pública, tal y como se ha entendido siempre. Publicar un tuit con una noticia estrambótica y que haya cientos de seguidores que la crean sólo afecta a la credibilidad de quien la publica y al cerebro de los pazguatos que le creen, pero no puede considerarse un atentado contra la veracidad informativa, por la sencilla razón de que el emisor no se faja todos los días con la tarea profesional de recabar la información y depurararla después. La actual y criminal invasión de Ucrania está poniendo sobre el tapete, de manera dramática, qué significa poner en solfa esa veracidad para aplastar a su inocente población.