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Audrey Diwan: ''Hay una guerra y el territorio donde se libra es el cuerpo de la mujer"

'El acontecimiento' es la película ganadora del León de Oro en Venecia, la adaptación de la historia de Annie Ernaux donde cuenta su aborto ilegal en la Francia de los años 60

La directora francesa, Audrey Diwan, y la actriz, Anamaria Vartolomei, durante el photocall de la película 'El acontecimiento' EFE/ Luca Piergiovanni / LUCA PIERGIOVANNI (EFE)

La directora francesa, Audrey Diwan, y la actriz, Anamaria Vartolomei, durante el photocall de la película 'El acontecimiento' EFE/ Luca Piergiovanni

Madrid

Si hay un relato que corrobore una y otra vez esa proclama del feminismo de que lo personal, lo íntimo, es político, ese es el relato cinematográfico. Una prueba fantástica de ello es El acontecimiento, la flamante ganadora del León de Oro en Venecia. Una de las películas más impactantes en lo que a libertad sexual y feminismo se refiere. La película, que dirige la francesa Audrey Diwan, adapta la novela de una de las pioneras de la autoficción, la escritora francesa Annie Ernaux, que contó muchos años después, su aborto ilegal en la Francia de 1963 en una novela que en España ha editado Tusquets.

Estamos en un país que todavía no ha vivido el mayo del 68, donde la sexualidad se vive en represión. Annie es una joven de clase humilde, que deja su pueblo de Normandía para mudarse a la capital de provincias a estudiar literatura. No quiere ser como su madre, quiere una carrera, divertirse, experimentar, pero un embarazo fortuito lo cambia todo. Empieza ahí una cuenta atrás, una contrarreloj biológica, por lograr abortar en un país donde es ilegal y casi imposible.

La película se aleja del realismo social en el que se han insertado otros títulos cinematográficos que han abordado este tema. Por ejemplo, Cuatro meses, tres semanas, dos días, del rumano Cristian Mungiu que abordaba el aborto en la Rumania de Ceaușescu y con la que el director ganó al Palma de Oro en Cannes en 2007. O por ejemplo, El secreto de Vera Drake, del británico Mike Leigh, otra de las ganadoras en Venecia en 2004, ambientada en el Londres de los años 50. Y una de las más recientes, Nunca casi nunca a veces siempre, de Eliza Hittman, estrenada en 2020, sobre la disparidad de criterios y oportunidades en el Estados Unidos actual. En ese alejarse de los códigos del cine de los Dardenne o Ken Loach, de los que la directora dice beber, se acerca al thriller. "La vida de mujeres en un punto siempre es como una película de terror, te enfrentas a imágenes muy hardcore", dice.

"Cuando leía el libro a mí me dio la impresión e que era un thriller. Hay una frase en el libro que dice Annie Ernaux que es que para ella el tiempo dejó de ser esa sucesión de horas, días, segundos, para convertirse en algo uniforme que estaba larvado dentro de mí. La imagen es bastante escalofriante y terrible. Por eso partí del suspense, pero tenía que añadir algo humano a ese suspense par que no se alejara el espectador. Quería que las emociones de esa joven real pudieran entrar en la historia", explica Audrey Diwan sobre la elección del tono de la película. El tono de thriller no es nuevo para esta directora de origen libanés, que antes que cine estudió Ciencias Políticas. En su debut como directora Mais, vous êtes fous usaba ya este género para contar la destrucción de una pareja con hijos por una adicción a las drogas.

Además, la directora reta al espectador a no quitar la mirada de la pantalla en ningún momento. "Pensé que la mejor forma era no mirarla, sino mirar a través de ella. Me planteé la pregunta de dónde había mirado yo si me hubiera pasado eso. También decidí nunca apartar la mirada, tener el valor de mirar de frente. Por eso es una película honrada, pero nunca traté de impactar, es la realidad la que es así". Sin embargo, la realidad está ahí. "Tenemos una falta de representación sobre el aborto, y es por una razón, es que es tabú, la primera complicación es contarlo bien porque hay muy poca información sobre cómo eran los abortos".

El libro de Annie Ernaux está narrado en dos tiempos, su presente y su pasado. Algo que la directora rechazó en su adaptación cinematográfica para ahondar en la que es una de las grandes bazas y novedades de esta película: lograr la inmersión total, la experiencia física del personaje central de la historia. "La idea era hacer una película que fuera una experiencia sensorial", defiende la directora, que con su segunda película ya ha ganado uno de los festivales más importantes del mundo.

"Annie Ernaux escribió el libro desde la realidad de los recuerdos y yo lo hago desde la realidad del momento, del instante. Si hubiera puesto en escena a la escritora, hubiera contado la película a través de un espejo retrovisor, hacia el pasado, y yo quería que fuera algo anclado en el momento para crear esa experiencia. Quería una especie de pasarela de otra época, que hablara también que en Francia el aborto ahora es legal, pero en muchos países hoy sigue siendo ilegal. Quería que fuera una experiencia que hombres y mujeres pudieran compartir", añade Diwan.

La cámara sigue la nuca, el cuello, el cuerpo de Anamaria Vartolomei, la actriz revelación del pasado Festival de Venecia y nueva estrella del cine francés, que ya ha fichado por Chanel y que asegura que desde entonces, le llueven las ofertas. "Este tipo de trabajos te dan visibilidad, te abren las puertas, tienes más propuestas, te permiten trabajador con directoras y directores a los que antes no hubiera tenido acceso. Creo que todo se acelera y ahora es verdad que me han llegado proyectos que me gustan y me parecen interesantes, que suponen una mirada diferente y yo puedo trabajar desde una perspectiva más artística. Todo ha cambiado", dice la actriz en su visita a Madrid.

Se convirtió en la Annie Ernaux que de joven vivió aquella experiencia. Tanto que la escritora no se imagina a nadie más en este papel. Ella lo vivió como una coreografía. "Es una pregunta que me hacen y no sé cómo describir el proceso. Creo que se creó una osmósis entre las dos y con el operador de cámara. Él es muy ágil y hábil y era una especie de coreografía entre los dos con Audrey dirigiendo, como la directora del ballet. Es además alguien muy discreto que enseguida parecía que tenía un doble, una sombra, un gato, como Lucky Luke".

En esa coreografía hay planos cortos, que se funde con la actriz, el espectador ve el mundo tal y como lo ve ella, de ahí el juego con el desenfoque de la cámara y el sonido ambiente. Planos que combinan con el tipo de escritura de Ernaux, escueta, clara, breve. No hay metáforas, solo la realidad. Escribe como una mujer de clase obrera y como tal reconstruye su historia esta directora reflejando la cuestión de clase que atraviesa su literatura, como la de Didier Eribon o Édouard Louis. "El transfuguismo social es algo que me interesa. Partimos de una mujer proletaria, que todavía no ha entrado en la sociedad burguesa", explica la directora. De ahí el trabajo minucioso de decorados y vestuario. "Ernaux me dijo que ese tipo de mujer tenía la ropa justa que cabía en una pequeña maleta. Así que hablé con los jefes de equipo para que se respetara todo los que ocurría en el 64".

La madre de la protagonista es Sandrine Bonaire, la actriz de Sin techo ni ley, la película de otra directora francesa, Agnès Varda, que habló del aborto. Como ella y como Céline Sciamma o Jane Campion, Audrey Diwan se suma a una manera diferente de rodar el cuerpo de la mujer. Un cuerpo no sexualizado, real y que es el que desea. Ahí una de las cosas más revolucionarias de la película

"Yo no creo que con la película nadie vaya a cambiar de idea, no se cambia tan fácilmente, pero sí confío en que la película se cuele y abra caminos. Yo no hago películas para gente que está de acuerdo conmigo, sino para debatir. Esta no necesariamente debate sobre el aborto, sino también de la libertad, la libertad sexual, la libertad intelectual", reconoce Audrey Diwan. Ella, junto con Julia Ducournau, han sido la gran revelación del cine francés este año. Una ganó Venecia, la otra con Titane arrasó en Cannes. Sin embargo, ninguna ha ganado en los César, los premios de la Academia de Francia.

"Julia y yo hacemos películas algo diferentes, más brutales, mientras el ganador de los César, Xavier Giannoli ha hecho algo más convencional en Las ilusiones perdidas. Creo que depende más de la naturaleza del proyecto que del género masculino o femenino de la dirección, aunque eso también cuenta claro está. El hecho de que haya una mujer detrás puede generar animadversión, no nos engañemos. Lo curioso es que tanto ella como yo hemos estado nominadas a los Bafta y Giannoli no".

Las leyes en Francia han cambiado, desde el año 75 se puede abortar, pero en muchos países las mujeres siguen librando este tipo de batallas, incluso en los que es legal, como España, siguen topándose con obstáculos, como la alta objeción de conciencia de los médicos, o con grupos ultracatólicos que acosan a las mujeres en las puertas de las clínicas. "Hay una guerra y el territorio en donde se lucha es el cuerpo de una mujer, una batalla entre la liberación y entre la opresión". El acontecimiento conecta con esa situación, y se convierte en una película dura e intensa, pero también luminosa, donde la libertad y el deseo son dos temas que basculan del principio al final del metraje.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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