Las cuidadoras de la pandemia
Cuidaron a nuestros mayores cuando los suyos no podían. Se convirtieron en sus familias. Eran esenciales. Vivieron la muerte y el peligro en condiciones precarias. Reivindican el reconocimiento profesional y un sueldo digno
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Cruz Roja atiende anualmente a más de 1.460 personas mayores y cuidadoras no profesionales en la provincia. / Pixabay
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Madrid
Miles de mayores murieron en las residencias en lo peor de la pandemia. El drama recorrió toda España, pero en Madrid fue especialmente duro. Hablamos con Juani, Paloma, Pilar e Isabel. Algunos nombres son inventados porque tienen miedo a perder su trabajo. "Lo que decimos son verdades como puños", cuenta una de ellas y Paloma remata " pero como digas verdades como puños vas a la calle". Así empieza la conversación en la que a veces los recuerdos se asoman con lágrimas. "Los residentes nos suplicaban por favor que llamáramos a sus hijos, que querían verlos, sabían que se iban a morir. Eran totalmente conscientes. Al principio con mi propio teléfono hice videollamadas a las familias, pero luego se me prohibió desde la residencia. Que no se nos ocurriese" nos dijeron " que ya se encargaría la dirección de hablar con las familias".
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Las cuidadoras de la pandemia
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La impotencia de no poder llevarlos al hospital
Para Pilar uno de los momentos más angustiosos es cuando se negaron a trasladar a residentes a hospitales. "Llamábamos al hospital para que nos trajeran bombas de oxígeno, medicamentos, y no nos dejaban. Nos prohibieron terminantemente que salieran de la residencia por una orden de la Comunidad de Madrid. Así se lo dijo el director a las doctoras del centro. Incluso cuando fallecían en sus habitaciones, hasta tres o cuatro días después no iban a recoger el cadáver", explica.
Cuidando en casa
Yolanda en Granada no faltó ni un día a trabajar. Auxiliar de dependencia cuidó de Consuelo, de Clemente, de Carmen, en sus casas. Allí les atendía sin medios de protección y con mucho miedo. "Trabajé con pánico. No tenía EPI y la unica indicación era que mantuviera las distancias. ¿Y cómo le baño, cómo le quito el pañal?, se pregunta. "Era una ruleta rusa. Si te tocaba…yo tengo compañeras que acabaron en la uci". Además, Yolanda ejerció doble rol de cuidadora. Cuando llegaba a casa se hacía cargo de sus hijos y de su padre con Alzheimer y siempre con el complejo de culpa y el miedo a contagiar a unos y a otros.
Mal pagado y poco reconocido
"Nos arriesgamos igual que los sanitarios, pero no sentimos el reconocimiento", nos cuenta Yolanda. En el 8 de marzo pide que se reconozca su trabajo. "Nosotras somos cuidadoras, porque muchas veces se nos trata como chachas", explica. Desde el ámbito de las residencias, las trabajadoras denuncian condiciones precarias. "Reivindicamos un salario digno. Este trabajo está mal pagado, mal considerado, mal mirado. La mayoría trabajamos con contrato parcial. Yo trabajo un 94%, cobro 950 euros y eso que tengo antiguedad. El 90% de los trabajadores de residencias no llegamos a los mil euros", concluye Paloma.