Ucrania
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León
Es imposible sustraerse a los males de la guerra que desde hace ocho días asola a la población de Ucrania. El presidente Vladimir Putin, un asesino de libro, ha movido su penúltima pieza militar invadiendo un país al que parece dispuesto a aniquilar. Lleva más dos décadas ejerciendo un poder tiránico en Rusia. Encarcela, envenena o hace desaparecer a cuantos opositores políticos se atreven a denunciar la corrupción de un gobierno que, como dijo el alto representante europeo de Asuntos Exteriores y Defensa, Josep Borrell, ha convertido el país en una gasolinera y un cuartel.
Miles de muertos, destrucción de ciudades y vidas, millones de refugiados que esta Europa que tantas veces criticamos acoge y ayuda para evitar en lo posible tanta desolación. Esta guerra nos toca tan cerca que por una vez nos permite ver lo frágil que puede ser la democracia sino la cuidamos. Si no tratamos de evitar que los enemigos de los derechos humanos y de la democracia alcancen el poder de nuestras instituciones.
Partidos y dirigentes de la extrema derecha europea, incluidos algunos destacados ejemplos españoles, han tenido y tienen estrechas relaciones con el presidente ruso. Las ayudas conocidas incluyen las económicas y las estratégicas. Las fábricas de noticias falsas sostenidas por el gobierno ruso llevan años tratando de desestabilizar políticamente a los países de la Europa Comunitaria.
La guerra que alimenta y decide un asesino tan poderoso militarmente no se detiene ya con flores, como parecen entender las ministras y algunos dirigentes de Podemos que se han quedado varados en no se sabe que isla de la política soviética.
PD. Mientras esto ocurre, las hormigas de Mañueco siguen trabajando su causa, cada día mas cerca de formalizar con Vox un gobierno para granjeros sin termómetro democrático.