El verdadero problema de fondo
La firma de Manuel Ortiz, catedrático en Historia contemporánea
La firma de Manuel Ortiz
Firma de opinión | El verdadero problema de fondo
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El repertorio de asuntos que esta mañana tenía encima de la mesa para acometer mi intervención aquí no era precisamente pequeño. Sin embargo, como historiador, desde una atalaya necesariamente crítica, no puedo abstraerme de una pertinaz idea, del eterno problema de fondo que impide afrontar con garantías la sanación del sistema político español, que sigue arrastrando un grave problema de fondo: la corrupción.
Tengo la sensación de no avanzar, de vivir en una especie de bucle o pesadilla, más bien, de la que no podemos, sabemos o, lo que es peor, queremos salir. De hecho, hace poco más de un año, ya dije aquí que estábamos ante un reto mayúsculo, el de corregir una cultura política dominante que no percibe el tema con la suficiente gravedad. He releído un acertadísimo artículo de Santos Juliá publicado hace ahora diez años: “Estamos -decía- ante uno de esos problemas, hoy llamados transversales, que afectan a la cultura popular, a la conducta de nuestra clase política y a nuestro sistema institucional, desde los Ayuntamientos a la Casa Real pasando por las Comunidades Autónomas, los partidos políticos y los gobiernos del Estado; uno de esos problemas, pues, que sumerge a quien lo contempla en cierto pesimismo antropológico: aquí no ser corrupto es hacer el primo”.
Después de tocar el cielo, sólo metafóricamente claro y con mucha fanfarria, la crisis de 2008 nos colocó ante una visión catastrofista. Una somera vuelta por nuestro pasado reciente nos recuerda el largo reguero de casos de nepotismo, financiación ilegal, sobornos, fraudes, malversaciones, enriquecimientos ilícitos y un largo etcétera de ejemplos y conductas recriminables que dejan a nuestra democracia en mal estado.
Hace sólo unos días en estos mismos micrófonos se hablaba del retroceso de nuestra calidad democrática medida por el semanario The Economist, uno de los más prestigiosos del mundo. La bajada en la calificación de primera a segunda división, de ser democracia plena a figurar como democracia defectuosa, estaba directamente relacionada con el bloqueo del Consejo General del Poder Judicial. Lo peor de todo es que se trata de una tendencia. Coinciden en esta calificación diferentes índices que miden la calidad de las democracias del mundo. Estamos ante una indiscutible y continuada erosión de las libertades civiles y la Fundación Alternativas apunta contra nuestra mayor debilidad: la corrupción.
En estos últimos días hemos asistido con sorpresa y sonrojo a un vodevil que ha arrastrado en el fango al principal partido de la oposición. En realidad, no debería de ser una sorpresa si tenemos en cuenta que todavía no hace cuatro años que el gobierno Rajoy fue derrocado por una moción de censura precipitada por la sentencia que confirmaba un secreto a voces: la trama Gürtel. La implosión del partido con los enfrentamientos entre las dos principales aspirantes se resolvió con un candidato que no acreditaba demasiada experiencia política. Muy pronto se quiso cerrar la herida y se dio por resuelta la crisis interna de un partido salpicado en su cúpula de poder, pero también en los territorios, de múltiples casos que todavía se están dirimiendo en los tribunales.
Pero el problema no concierne sólo a esta formación, fundamental para evitar otro grave problema: la fulgurante irrupción de un partido de extrema derecha radical. El PSOE no puede presumir demasiado porque no acredita una salud boyante. Todavía se palpan los enfrentamientos entre los barones y la cúpula del partido.
Dejemos de prestar atención al ruido y cuidemos lo importante porque nos va en ello lo más preciado: la estabilidad de la democracia.