14 de febrero
La Firma de María González López
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Desde hace dos semanas, la campaña política correspondiente a las elecciones regionales del 13 de febrero se desplego, como una inundación de carteles abrigando las farolas, refraneros de reproches y promesas como drogas destinadas a tapiar errores, y cartas de amor para los ciudadanos por parte de cada partido con el querer sustentado por el interés.
Hace una escasa semana el festival de San Remo, festival de la canción italiana cuyo ganador es el encargado de representar al país mediterráneo en Eurovisión, concluía con una clara ganadora, la balada del cantautor Mahmood junto al joven artista Blanco, llamada Brividi, en castellano suspiro. Su letra, mezclada con una escala de agudos que hacen del pentagrama una cárcel para las sensaciones, es un manifiesto por el amor en cada una de sus formas.
Esta semana, reúne en un solo lunes, 14 de febrero, un día unido a los enamorados, y el festejo del amor en general, con una jornada de pacto derivada de los resultados en las urnas castellanas. Un contraste entre el odio que se suele engendrar en las confrontaciones de la competitividad política y la celebración de San Valentín.
No obstante, el tiempo lejos de ser encerrado en cronómetros y medido en calendarios, es un asesino en serie suelto incapaz de ser arrestado bajo pena de muerte, a pesar de haber caducado el carmín del beso de Klimt, hecho bombas de corazones hasta su explosión y cosido nudos donde habitaban lazos amarrados a parejas bajo leyendas de hilos rojos japonesas. A su vez, ha destapado a los amantes de Magritte, desmembrado los pétalos de la rosa del Principito buscando un Te quiero, y convertido en mentiras los poemas de Cortázar.
A la par, es el culpable de que nuevos amantes hagan de las 500 noches de Sabina un sueño compartido, impregnando el abrazo en las mismas sábanas, el fallecimiento de Romeo y Julieta una resurrección, y de las sombras que no se atrevían a rozarse un dibujo a carboncillo sobre un lienzo de suelo. El tiempo, capaz de coser con las agujas de sus relojes las peores heridas, esas que cierran de día y abren a altas horas de la madrugada, también enmienda los mapas ensuciados de recuerdo y las fechas infectadas de vidas de otros pasaportes, dejando a capella canciones que antes se enredaban en las cuerdas vocales de un dueto, y desocupa regiones de la mente y el corazón en las que habitaba una persona de versión desaparecida.
Es por ello, que en este mismo instante es necesario recordar que fuera de territorios, ciudades y viviendas, el centímetro que mide el minuto en los relojes físicos es el único lugar en el que vivimos, para acordarnos de que a compás todo se mide en distancias cortas, ya que del odio al amor, y viceversa, solamente existe ese mismo paso.