Lo importante es quién y cómo arbitra

Barcelona

Cuidado. El infierno está lleno de buenas intenciones, hermosas promesas y palabras acarameladas. Las medidas incluidas en el plan de atención de la banca a la tercera edad pintan muy bien. Ampliar horarios, crear departamentos de atención a los mayores, prestarles servicio telefónico, ayudarles en el manejo de los cajeros automáticos. Todo eso está muy bien y no sería necesario si la banca no se hubiese lanzado al desenfreno de cerrar sucursales y maltratar a clientes presuntamente menos rentables. Pero lo importante no es el listado de rectificaciones. La clave está en si alguien controlará que de verdad se cumplen. En sí habrá un árbitro independiente, o paritario entre entidades y clientes, que vigile los engaños y los abusos. Las anteriores experiencias de protocolos voluntarios fueron muy deficientes. El Código de Buenas Prácticas sobre los desahucios del ministro Luis de Guindos, en 2012, facilitó las daciones en pago, pero solo resolvió una mínima parte del problema. Asimismo, las entidades que distribuyeron las engañosas preferentes montaron sistemas de arbitraje, con árbitros demasiado caseros: las grandes consultoras y auditoras, cuyos ingresos dependen en buena parte de la banca. Solo se reparó el problema de una cuarta parte de los ahorradores arruinados. La autorregulación es una buena idea. Siempre que alguien rinda cuentas, obligue a cumplir y persiga la falsa propaganda. Siempre que no sea un engañabobos. Por suerte, el jubilado Carlos San Juan tiene a 600.000 personas detrás. Se dice pronto. Y explica en un número el enorme malestar que generan las malas prácticas bancarias. Que no se repita la historia.

Escucha todas las miradas de Xavier Vidal-Folch