Roberto Álamo: "No soy un tipo duro, los duros son mis personajes"

Madrid

"Afortunadamente he decidido que todos los papeles que hago me dejen un poso positivo", ha confesado el actor que ha dado vida a personajes como Juan de Calatrava en 'Águila Roja' o Samuel Caronte en 'Caronte'. No es algo fácil. La suya es una profesión de la que, aún cuando las cámaras se apagan, no se desconecta del todo. "Esta profesión es como un candelero, reduces la llama para poder socializar, pero no la puedes apagar".

Los que han trabajado con él lo tienen claro. "Rober es capaz de hacer magia", ha reconocido Rodrigo Sorogoyen, que no ha querido perder la oportunidad de acercarse al actor. "Si le apasiona y le emociona el personaje, se vuelca y lo pone todo. Es un genio de transformar y manejar las emociones", ha continuado el director, con el que Álamo ha trabajado en 'Que Dios nos perdone' y en la serie 'Antidistubrios'. Un sentir compartido por Carlos Therón y Miguel del Arco, quien ha aprovechado para destacar la generosidad de Álamo, al que, ha dicho, "ninguna cuestión humana le es ajena".

"No tengo vocación de actor"

Álamo ha confesado que, en su caso, la interpretación no fue algo vocacional. "Era un niño muy fantasioso y con una sensibilidad muy acusada, por eso creo que encajé bien en esta profesión", ha explicado el actor. Dos cualidades que, según Álamo, le siguen ayudando a "humanizar" sus personajes. Un requisito indespensable para dotarlos de esa verdad que tanto anhelan quienes trabajan en el mundo de la interpretación.

Con vocación original o no, Álamo tiene ahora su propio método. "Quito texto a los guiones porque creo que se puede expresar con la mirada tanto o más", ha admitido. Su objetivo es, por encima de todo, la honestidad. "Intento ser honesto, a veces lo consigo y a veces no", ha expresado.

Fue la obra 'Urtain' la que, según el propio actor, le abrió las puertas del mundillo. Y ha sido el montaje 'Lluvia constante', por su parte, el que le ha hecho emocionarse esta tarde en La Ventana y entender, en su momento, que le faltaba "valor" para dedicarse al teatro. En la obra, su personaje se fundía en un grito de desesperación: 'Mi hijo se muere'. Un día, tras la función, volvió a casa y miró a los ojos a su hijo, de la misma edad que el de la ficción y algo hizo clic. "Me costó volver al día siguiente y gritar: 'Mi hijo se muere'", ha contado visiblemente emocionado.

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Un actor polifacético, alabado por la profesión, que entre toma y toma aprovecha para inmortalizar a sus compañeros de rodaje y, también, para escribir poesía. Poemas, los suyos, que según ha revelado, son "todos autobiográficos".