A vivir que son dos díasLa píldora de Jorge Guerricaechevarría
Opinión

Una votación sin apuntador

"Ya verás qué cara ponen, se decían. Y la pusieron, pero solo un momento, debido a la dramática situación de un diputado de Cáceres solo ante el peligro, enfermo y sin directrices para enfrentarse de nuevo a... LOS MALDITOS BOTONES"

Una votación sin apuntador

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Madrid

Era una semana complicada, de grandes decisiones. Cruciales para el país. Ante nosotros se cernía el resto histórico de votar a favor o en contra de una cuestión fundamental para nosotros. Una decisión que marcaría durante mucho tiempo nuestro destino: ¿Quién debía representarnos en Eurovisión? Las espadas estaban en alto. Por un lado, los fundamentalistas de toda la vida dispuestos a fracasar una vez más, llevando al escenario de Turín conceptos y reivindicaciones en forma de canción. Por otro lado, los pragmáticos, sin miedo a ganar: siempre ‘ready to win’, aunque sea a base de no decir nada.

La masa popular, siempre caprichosa, se decantó inopinadamente y de manera masiva por un himno casi tribal que llamaba a las mujeres a la fiesta y a la alegría en un idioma que no es el inglés. Solo la solvencia de jueces profesionales nos salvó en el último momento del desastre y puso las cosas en su sitio, aunque fuera al precio de activar el predecible coro de resentidos siempre dispuestos a quejarse. La tensión había sido máxima, así que no es de extrañar que, al llegar el jueves, la gente estuviera mentalmente agotada por el esfuerzo. Incluidos los diputados, que después de reclamar las necesarias explicaciones en la cámara sobre lo de Eurovisión, de pronto tenían que poner su atención en otra cosa.

¿Qué era? Ah, sí. Lo de la reforma laboral. Ya saben, esa reforma que para algunos tiene la extraña cualidad de hundir al país en el caos dejando las cosas prácticamente como estaban. El caso es que había que enfrentarse otra vez a lo de votar y eso siempre es un lío. Tal es así que, si no hubiera un encargado de cada partido haciendo señas en el hemiciclo, la mayoría de los diputados no sabría a qué botón darle. Como cuando Rajoy votó en contra de sus propios presupuestos. Los de Unión del Pueblo Navarro, como son solo dos, no necesitan apuntador y el jueves lo tenían claro. Dijeron a los periodistas que habían recibido directrices del partido, pero se callaron que no iban a cumplirlas. Qué pillos. Todo con tal de mantener en secreto la fiesta sorpresa que le habían preparado con otros amigos a los socialcomunistas. “Ya verás, ya verás qué cara ponen”, se decían.

Y la pusieron, pero solo un momento, debido a la dramática situación de un diputado de Cáceres, solo ante el peligro, enfermo y sin directrices para enfrentarse de nuevo a los malditos botones. Como cuando el sábado anterior se lio y acabó votando a un grupo de chicas gallegas cuyo nombre es incapaz de pronunciar. El resto ya es historia.

 
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