No somos Adán, sino sus hijos
El más incapaz de modificar un milímetro sus posiciones es el PP, aunque con ello disguste a los empresarios.
No somos Adán, sino sus hijos
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Barcelona
No somos Adán, sino sus hijos. O sus nietos. No somos los primeros pobladores de la tierra. Incluso en las herencias más tristes, hay rincones, recodos y elementos válidos. La aprobación de la reforma laboral en el Congreso, por la mínima, nos ha recordado esas cosas. La reforma, siendo histórica, no abroga todo lo que estableció el gobierno conservador. Deroga sus elementos más perjudiciales para la vida de los trabajadores: contrapuntea la precariedad, la temporalidad abusiva, la debilidad de la posición de los sindicatos a la hora de discutir y negociar los convenios. Por eso recibe el apoyo de los principales grupos progresistas. Porque da más seguridad al mundo del trabajo. Pero al mismo tiempo también conserva la capacidad de los empresarios de organizar internamente las fábricas y talleres, incluso si en algunos aspectos esos poderes pueden ser discutibles. Por eso ha recibido también votos conservadores, de centroderecha. Por eso puede ser un pacto duradero. Seguridad laboral. Flexibilidad empresarial. El conjunto de ambos factores se llama flexi-seguridad, y es lo que funciona en los países europeos más avanzados, como los escandinavos. Aunque la votación ha dado un vuelco de alianzas parlamentarias, no supone de momento un terremoto. El más incapaz de modificar un milímetro sus posiciones es el PP, aunque con ello disguste a los empresarios. Dice que él sí, derogará todo lo que está haciendo este Gobierno cuando le sustituya. Ya veremos.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...