Todo lo que los muñecos cuentan (...y lo que deberían callarse)

Madrid

Una corriente de pensamiento juguetero asegura que el mejor juguete es el barro o una pelota. Aquel que permite muchas maneras de jugar. Los juguetes que hablan -según esta corriente- limitan en parte esa extraordinaria capacidad para soñar.

Hubo un tiempo en que -como mucho- los muñecos sonaban hasta que los dedos te dolían de tanto apretar.

Hubo un tiempo en que o los niños hablaban con sus muñecas o en los juegos reinaba el silencio.

En los 70 comenzaron a proliferar los muñecos parlantes; aunque del primero que se tiene noticia tiene más de un siglo. Es de 1877 y fue un verdadero fracaso.

Hoy hablan los gatos, los marcianos rosas, los perros, los dinosaurios, los unicornios, los camiones de bomberos y hasta los talleres de carpintería. Son juguetes con botones, muchos de ellos ocultos, que acostumbran a incorporar canciones, con frecuencia de gusto discutible. Juguetes empeñados en enseñar hexágonos a bebés o iniciar al niño en costumbres para las que ya tendrá tiempo más adelante. Un teléfono parlante no para de cantar "llama, llama sin parar. Tus amigos te escucharán". Juguetes que por el fondo, el tono y la forma parecen concebidos para hacer un poco más difícil la vida del vecino o ennegrecer el futuro del niño: "Deberías estudiar más -advierte Doraemon- o sacarás malas notas". Inmediatamente completa el presagio: "Ayyy, sabía que pasaría". Y eso, desde la estantería, sin conocer al niño que será su dueño.

Así, que a veces, sólo a veces, conviene agotar su batería, y volver a soñar.