La VentanaLa opinión de Carles Francino
Opinión

El año de la remontada

"¿Cuál es la alternativa? ¿flagelarnos, sucumbir al miedo, subirnos al carro del cabreo permanente, pensar que todo va a ir a peor? tampoco de eso hay certezas absolutas. Así que yo, al menos, como sigo pensando que hay cosas que celebrar, proyectos pendientes por realizarse, ideas por las que pelearse y personas a las que querer... yo apuesto a que sí, a que este va a ser el año de la remontada", la opinión de Carles Francino

El año de la remontada

El año de la remontada

Madrid

Si tuviéramos que buscar una palabra para definir este comienzo de año, yo desde luego elijo caos. Pero si alguien cree que soy un exagerado, lo podemos cambiar por desbarajuste, follón, pollo… me da igual. Pero admitamos que el carajal provocado por el último -último, de momento- arreón de la pandemia, reclama alguna palabra de este tipo, de la línea “esto es un desastre”. Solo faltaba lo de la 'flurona' -que así se llama la suma de infecciones entre COVID y gripe- para completar la sensación de estupor y de hartazgo. Y de un cierto desánimo, también. Eso es así y no hay que darle más vueltas. Y sin embargo, estos días de Navidad, cuando se multiplican las felicitaciones por tierra, mar y aire… yo me he hartado de enviar mensajes con el lema: “¡Viva 2022…. el año de la remontada!”. Me ha salido así.

Reconozco que es solo un deseo, que existen pocas evidencias científicas que lo confirmen, nada da por seguro que el panorama vaya a mejorar de la noche a la mañana, pero… ¿cuál es la alternativa? ¿flagelarnos, sucumbir al miedo, subirnos al carro del cabreo permanente, pensar que todo va a ir a peor? tampoco de eso hay certezas absolutas. Así que yo, al menos, como sigo pensando que hay cosas que celebrar, proyectos pendientes de realizarse, ideas por las que pelearse y personas a las que querer… yo apuesto a que sí, a que este va a ser el año de la remontada. Porque si nos paramos un minuto a pensar, todos, absolutamente todos tenemos algo -o alguien- que nos merece la pena. Y aunque solo fuera por eso, dimitir sería un pecado. Así que pasando de cenizos y apocalípticos… y bienvenidos a La Ventana.

 
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