Nada que decir
"Abrir la boca y hablar encierra mucho peligro. Corres a menudo el riesgo de decir lo que piensas. También te expones a la aventura de mentir, tan tentadora, y que durante un rato te hacer sentir bien, pero al cabo esa losa siempre te cae encima, cuando para cubrir la primera mentira debes improvisar otra y luego más, hasta perder su control"
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Nada que decir
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Galicia
Guardar silencio para no complicarse la vida es una costumbre viejísima y audaz. A veces la acompañamos con un encogimiento de hombros, o un chasquido de lengua, o miradas a otro lado, o un ataque de tos. Son gestos taciturnos que te sacan de líos. Cospedal también lo sabe. Abrir la boca y hablar encierra mucho peligro. Corres a menudo el riesgo de decir lo que piensas. También te expones a la aventura de mentir, tan tentadora, y que durante un rato te hacer sentir bien, pero al cabo esa losa siempre te cae encima, cuando para cubrir la primera mentira debes improvisar otra y luego más, hasta perder su control. Por eso es tan atractivo el silencio. Genera seguridad. Aunque conviene tener cuidado: si acumulas demasiado dentro, se apodera de ti y después cuesta mucho romperlo. El silencio es un hielo antiguo. Conocí a un escritor muy parco que un día recibió una invitación a dar una conferencia. Hablaba tan poco que no dijo ni que sí ni que no, se limitó a preguntar: «¿Y en esa conferencia, tengo que hablar?». El silencio es un vicio, y como vicio, de los mejores. El problema es que si no hablas, a veces viene otro y habla por ti, y te jode vivo.