“El recibimiento que se les hace aquí es desolador”
La actriz Amparo Climent lee un cuento navideño de 130 ONGs a las puertas del Senado para paralizar la reforma de la Ley de Extranjería
Amparo Climent:'El recibimiento que se les hace aquí es desolador''
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Madrid
Hasta 130 ONGs han presentado esta mañana a las puertas del Senado un reivindicativo cuento de Navidad, una carta de los Reyes Magos, en el que faltaba el Rey Baltasar que no había podido acudir a la cámara alta porque no le habían dejado saltar la valla de Melilla.
Uno de los organizadores del acto ha sido el párroco de San Carlos Borromeo Javier Baeza, miembro también de la Coordinadora de Barrios, que espera que la reforma no llegue a aprobarse. El cura ha denunciado muchas veces la situación que viven muchos inmigrantes aquí, como las identificiaciones irregulares de la policía o los registros a inmigrantes en domicilios particulares.
Javier dice en su blog 14 kilómetros que esa es la distancia entre la exclusión y la inclusión. Dice: 'esa distancia que separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana y del Poblado del Gallinero. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido.Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretende visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión'
El cuento ha sido leído por la actriz y pintora Amparo Climent que acaba de participar como artista en el proyecto "La Valla.100 artistas en la Frontera Sur", una muestra de más de 40 dibujos y escritos realizados por los propios emigrantes subsaharianos y recopilados por la actriz a lo largo de cuatro viajes a Melilla durante este año 2014 y que pudo verse en Madrid.
Amparo nos cuenta que los inmigrantes han viajado durante meses miles y miles de kilómetros hasta llegar a las puertas de Melilla, después de sortear toda clase de obstáculos y sufrir incontables penurias e infortunios, con el único objetivo de llegar a Europa y poder labrarse aquí un mejor futuro para ellos y sus hijos. Pero la cruda realidad es otra. Acampados en el monte Gurugú, en espera de poder dar el salto, malviven, comiendo lo que personas caritativas quieren buenamente darles o hurgando en las basuras en busca de restos de comida. Además, son allí acosados, cuando no cazados como alimañas, por la gendarmería marroquí. Lo soportan todo con la esperanza de poder saltar la valla, esa valla que ha sido y sigue siendo noticia casi a diario.
