El último luthier de Ibiza, obligado a dejar la isla: "Este sitio se nos rompe en las manos y nadie hace nada"

Este verano se prevé que el número de turistas que visiten nuestro país crezca. En 2024, las Baleares recibieron a más de 18 millones de turistas. Un año en el que 20.000 personas salieron a la calle en la primera gran manifestación de la Palma para exigir límites al turismo: coches de alquiler, ruido, contaminación o el alquiler vacacional son algunas de las cosas que pedían que se regulasen. Porque vivir en las islas se está convirtiendo en un lujo para los baleares de toda la vida, como Manolo Marín Cano, el último luthier de Ibiza, que será expulsado de su casa de renta antigua. "Soy ibicenco, pero no me toca otra que hacer las maletas", ha confirmado Marín Cano en La Ventana.

No siempre se dedicó a esto. Esta historia empezó en el aeropuerto, donde Marín Cano tenía un puesto que le permitía estudiar "el tema". "Llegué de manera fortuita a un foro donde creaban instrumentos y pensé: tengo que hacer uno para mí", ha contado. Ese fue el inicio de 15 años de carrera y más de 200 instrumentos repartidos por todo el mundo. En Ibiza hay otros luthieres, pero él es el único que trabaja con guitarras y bajos.

La casa de Marín Cano es de renta antigua. Allí crecieron él y sus hermanos a cambio de cuidar del terreno. Cuando murió "la dueña original" de la vivienda en 1996, empezaron "las cartas de desahucio sin más explicaciones". "Llevo ya muchos años asumiendo esto, porque no es nuevo y sabía lo que iba a pasar", ha lamentado. Gracias a sus abogados, pudieron demostrar que se había actuado de mala fe.

Marín Cano ha explicado que la situación en la isla es muy complicada: "Alquilar cualquier cosa es algo imposible, inviable. Ni me lo planteo". "Siento que me arrancan el corazón del pecho", ha confesado el luthier. Después de 53 años viviendo "en la misma casa y en el mismo sitio", Marín Cano ha descrito esta sensación como "sal y azúcar". A pesar de que en la isla está todo su entorno y todo lo que conoce, ha confesado que tiene ilusión de perder de vista en lo que se ha convertido. "Hay que vivirlo para saber hasta qué punto llegamos", ha señalado.

El tiempo que le queda en la isla que le ha visto crecer tiene fecha de caducidad: el 12 de diciembre de 2026. Después, Marín Cano tendrá que buscar una alternativa en cualquier otro punto de España. Aunque todavía no lo tiene claro, ha bromeado con "tirar un dado en el mapa de España y donde caiga", pero tiene claro que, sea donde sea, tiene que ser un "sitio inspirador".

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Marín Cano forma parte del grupo LaCalle como bajista desde hace diez años. Ahora que se tiene que ir, el luthier ha explicado que supone que buscarán a otro bajista, pero ha confesado que tener que dejar el grupo por no encontrar una alternativa de alquiler asequible es una de las razones por las que se le rompe el corazón. "Ibiza se nos rompe en las manos y nadie hace nada", ha denunciado.