Banco

Madrid

Usando su jerga, podríamos decir que la palabra banco nos ha dejado un capital léxico de gran interés. Remotamente nuestro banco nació en el bank alemán y, antes de llegar al castellano, fue banca en italiano y banque en francés. Y como todo se aprovecha, el banco quedó para nombrar a la entidad financiera o a una de sus oficinas, la banca para nombrar el negocio o el conjunto de bancos, y el primitivo bank ha servido para crear marcas comerciales concretas, desde Bankia a CaixaBank.

El banco al que nos referimos nombraba en principio lo que parece, una especie de mostrador de madera que los prestamistas colocaban al aire libre, frente a los mercados, para negociar préstamos. En Génova, cuando el prestamista engañaba o quebraba, la ley exigía romper materialmente el banco - banca en italiano – y de esa drástica medida nació la palabra bancarrota. Con el tiempo, el término se ha ido enriqueciendo con otras acepciones para nombrar todo tipo de lugares que guardan cosas o a la acumulación de algo. Así tenemos bancos de alimentos, de datos o de sangre, bancos de niebla, de arena o de hielo, y bancos de peces. Y sobre la familia de la palabra un par de aclaraciones. Aunque banquero y bancario tienen el mismo aroma, banqueros son los propietarios o directivos de los bancos, mientras que bancarios son sus empleados. Y el diminutivo banquillo no nombra a un banco pequeño, aunque algunos banqueros hayan acabado allí.