Surgen los monstruos

Hay una frase de Antonio Gramsci, teórico italiano del marxismo, que últimamente se utiliza a menudo. Ahí va la frase: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

Tenemos la impresión de que el mundo está en tránsito hacia otra cosa, hacia otra civilización o, si queremos ponernos gramscianos, hacia otro paradigma. Tenemos la impresión de estar en pleno salto. Y quizá nos alivia pensar que los monstruos que surgen aquí y allá, más o menos monstruosos según el gusto de cada uno, son algo pasajero. Fenómenos propios de un momento de claroscuro, que se desvanecerán en cuanto aparezca la luz del nuevo mundo.

A mí está dejando de convencerme la frase de Gramsci. ¿Y si ya estamos en lo nuevo? En tiempos de Gramsci, muerto en las cárceles de Mussolini, las revoluciones políticas y tecnológicas sucedían muy de tarde en tarde. Hoy son casi permanentes y ocurren tan deprisa, sobre todo las tecnológicas, que no da tiempo a asimilarlas. Es perfectamente posible que lo nuevo sea esto: un mundo fluido en el que, como decía el título de una película rarísima, todo ocurre a la vez en todas partes.

Me dirán ustedes que el desarrollo de la inteligencia artificial será el signo de un nuevo mundo realmente distinto, que ahora apenas se intuye. Quizá tengan razón. Aunque, bien mirado, hace ya tiempo que las máquinas son cada vez más listas y los humanos, cada vez más tontos.

La campaña electoral que venimos sufriendo es la más delirante que yo recuerdo. No voy a aburrirles con ejemplos, porque los conocen. El caso es que, de alguna forma, la perspectiva de ser dominado por una inteligencia artificial ya no me parece tan siniestra.

Me atrevería a decir que cuando un partido presente como candidato a un robot, y no me refiero a una señora que repite lo que le dicen por el pinganillo, sino a un robot de verdad, ese partido tiene mi voto. Una máquina no haría ni diría tantas idioteces. Y hasta sería más humana que bastantes políticos de carne y hueso.