Ni la más triste de las estrategias electorales justifica una acusación semejante

Bildu ha dado un abyecto e incomprensible paso atrás metiendo a condenados por asesinato en sus listas. Que anuncie ahora que no tomarán posesión es lo mínimo y no borra el dolor que ha supuesto esto para las víctimas: víctimas a las que Bildu les dijo que iba a tratar de mitigar y aliviar su sufrimiento. Este episodio es una ofensa hacia ellas, por descontado, pero también una decepción enorme para muchos demócratas que confiaban en que la reflexión ética de la izquierda abertzale respecto a su pasado fuera mucho más profunda y tajante de lo que, con este episodio, ha demostrado que es todavía. Tienen camino por delante. Y solo cabe dar las gracias a quienes, desde los colectivos de víctimas o desde otros ámbitos, fiscalizan ese camino para evitar trampas o atajos. A partir de aquí: estando -como estamos- cada vez más acostumbrados a la ofensa y embestida permanente como herramienta central del debate político, incluso asumiendo esa realidad tan triste, en que aquí ya nadie aspira a seducir argumentalmente al adversario político, sino a atacarlo y tumbarlo, incluso en esas, hay líneas rojas. Hace ya 18 años, Rajoy acusó al entonces presidente Zapatero de «traicionar a los muertos» para reforzar a ETA. 18 años. Y todavía se recuerda como uno de los pasajes más deshonrosos de nuestra historia democrática reciente. Hoy, 18 años después, Feijoo ha acusado al presidente Sánchez de ser más generoso con los verdugos que con las víctimas. «Es usted más generoso con los verdugos que con las víctimas». ¿De verdad lo piensa? ¿Dónde vamos a poner el límite del respeto político, parlamentario e incluso humano entre demócratas si al partido de Ernest Lluch, Juan Mari Jáuregui o Isaías Carrasco… se le acusa de ser más generoso con los verdugos que con las víctimas? Y mientras Feijoo leía eso de los papeles que llevaba escritos, al lado, aplaudiendo, su portavoz en el Senado, Javier Maroto. El mismo Javier Maroto que en su día, en Euskadi, defendía llegar a acuerdos con Bildu. Cuando ETA aún no se había disuelto, 9 de septiembre de 2012, Maroto dijo en El Correo, preguntado por Bildu: «A lo mejor esto no se entiende en Madrid, pero es que yo soy vasco. Los políticos que no entiendan en este momento la necesidad de abrir puentes, que solo se puede ser útil en la política hablando con otros, hablando entre diferentes, los que no entiendan esto, quizá no deberían estar en la política de hoy». ¿De verdad, empezando por Maroto y siguiendo por muchísimos otros en el PP, nadie tiene la fuerza interna o la valentía interna suficiente de decir: «No podemos seguir haciendo política con ETA como argumento»? Se puede estar en desacuerdo con todo lo que hace este Gobierno. Se puede estar dispuesto a utilizar cualquier argumento político, democrático y veraz para derrotar a este Gobierno en las urnas. Pero acusar al presidente del Gobierno de España de ser «más generoso con los verdugos que con las víctimas» es cruzar una línea roja en la dignidad y lealtad política. Y ni la más triste de las estrategias electorales justifica una acusación semejante.