A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

Comamos y bebamos

"Los ritmos laborales suelen ser despiadados, para el que tiene la suerte de trabajar"

Comamos y bebamos

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Barcelona

Los lectores de periódicos, esa especie casi en extinción, se habrán percatado de que cada día se publican más noticias sobre gastronomía, cocina, restaurantes y vinos. No es un fenómeno provinciano: del “New York Times” para abajo, la prensa escrita ha descubierto que las dietas para engordar nos interesan tanto como las dietas para adelgazar, y de que, al parecer, no queremos ir por la vida sin saber en qué consiste una liebre “a la royale”.

Me parece bien que la gente se interese por lo que come. Aunque ahora, cuando es habitual leer prensa en el móvil, con las noticias escalonadas una a una, choca encontrarse como primer titular un bombardeo en Ucrania, como segundo titular un desastre ecológico y en tercer puesto una nueva receta de la sopa de ajo. Son rarezas contemporáneas.

A mí me parece que esto tiene que ver con lo que podríamos llamar “síndrome de Nueva York”. Quienes deciden vivir en la Gran Manzana y no son multimillonarios aceptan dormir en un cuchitril, tener un empleo mortificante e ir corriendo a todas partes; a cambio, disfrutan de una ciudad interesantísima, llena de bares, restaurantes, teatros, clubes, conciertos, cafés y garitos.

Es lo que pasa también, singularmente, en Madrid, y en Barcelona, y en otras grandes ciudades españolas. Los precios de la vivienda están imposibles y es cada vez más común tener que compartir piso, o quedarse indefinidamente en casa de los padres. Los ritmos laborales suelen ser despiadados, para el que tiene la suerte de trabajar.

Como hay que ser un héroe, ahora mismo, para meterse en una hipoteca, nos olvidamos de los bienes inmobiliarios y gastamos lo poco que tenemos en salir por ahí. Los bares y los restaurantes siempre están llenos. La hostelería (institución sagrada en Madrid, algo menos sagrada en otros lugares) se ha convertido en nuestro último refugio.

Comamos y bebamos, y mañana ya se verá.

Me llamo Enric González y les deseo un buen día.

 
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