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Los sacapuntas

"Veíamos en la tele Vacaciones en el mar, pero nosotros hacíamos vacaciones en el bar. Mediaba un abismo entre tener vacaciones y hacerlas. Ahora ya no vemos el abismo, porque estamos dentro"

Los sacapuntas

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Barcelona

El mar, la mar era un verso de Alberti de género fluido. Y el mar era también una rima en otro poema de Alberti, el del jinete cuatralbo, que significa que tiene los cuatro pies blancos. Esa palabra es como sacapuntas, se unen dos para hacer una. También hay palabras que nacen por gestación subrogada, que se encargan a otro idioma. La jerga científica tira mucho de griego y latín. Con su brillo de acero y de aluminio, los sacapuntas eran la torre Eiffel del estuche; algún maestro llamaba plumier al estuche. Las cosas no reciben el mismo nombre en las diferentes capas de la pirámide social. Iba a decir estratos, pero me ha salido capa por lo que tiene de justiciera. A la hora de afilar los lápices, nos dividíamos entre los de torre Eiffel y los de revolución francesa, que llevaban el sacapuntas en forma de horquilla, como una guillotina. Que Mathieu de Taillac me perdone por estas ocurrencias, no le voy a explicar ahora qué pensé la primera vez que oí decir Pompidou. Veíamos en la tele Vacaciones en el mar, pero nosotros hacíamos vacaciones en el bar. Mediaba un abismo entre tener vacaciones y hacerlas. Ahora ya no vemos el abismo, porque estamos dentro. A cabalgar lo confundía con la Canción del jinete, pero un poema era de Alberti y el otro, de Lorca. Los dos los cantaba Paco Ibáñez en el casete del Olympia. Fui haciéndome francés, a fuerza de españoles en el exilio. De la unión del caballito negro, de Federico, y del jinete del pueblo, de Rafael, salía Curro Jiménez. La tele era una bola de cristal que adivinaba el presente poéticamente, porque entonces la realidad aún rimaba con la vida. El pelo blanco, cuatralbo, de Alberti, bajo la luna negra del franquismo. “Mira, Javier, cómo están los árboles tan blancos”, ha dicho mi madre, y la vida ha vuelto a las palabras.

 
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