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El gatopardo: la elegancia hecha cine

Hace 60 años se estrenó la película dirigida por Luchino Visconti, protagonizada por Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale

Burt Lancaster y Claudia Cardinale en una escena de El gatopardo.

Giuseppe Tomasi de Lampedusa fue un aristócrata italiano, miembro de una de las familias más ilustres de Sicilia. Durante toda su vida cultivó, casi en secreto, una gran afición literaria. En vida no publicó ninguno de sus escritos, relatos cortos y ensayos en su mayor parte, además de una única novela, El gatopardo, que terminó pocos meses antes de su muerte, en 1957. Su idea era rescatar con ella un mero episodio familiar que vivió su bisabuelo durante la época del “Risorgimiento”. Lampedusa no fue consciente nunca de estar escribiendo una de las novelas más importantes de su tiempo, el retrato del trauma sufrido por la aristocracia en los años de la "unificación Italiana". Luchino Visconti tenía muchos puntos en común con Lampedusa. Pertenecía a una familia noble de Milán que, como Lampedusa, también vio derrumbarse el mundo en el que creció.

El gatopardo transcurre en Sicilia a mediados de siglo XIX. Las tropas de Garibaldi han desembarcado en la isla. Testigo de los acontecimientos es el príncipe Salina, aristócrata y terrateniente que, sin embargo, no ve con malos ojos la revolución. Su propio sobrino se ha unido a los “camisas rojas” de Garibaldi. Y es así como llega a la conclusión de que hay que adaptarse a los nuevos tiempos para poder conservar sus privilegios.

La mirada triste de Burt Lancaster define a este personaje melancólico que observa los cambios sociales como un espectador desencantado que asiste al teatro de la Historia. Luchino Visconti quería para el papel del príncipe Salina a Nikolay Cherkasov, un actor ruso que había trabajado con Eisenstein en Iván el terrible y Alexander Nevsky. Sin embargo, había un acuerdo previo con la Fox para que distribuyera la película en los Estados Unidos y ese acuerdo implicaba que el protagonista debía de ser un actor americano. En la Fox le dieron a elegir entre Anthony Quinn, Gregory Peck y Burt Lancaster. Visconti vio a Lancaster haciendo de juez nazi en la película Vencedores o vencidos y se decantó por él. El director eligió para los otros papeles principales a dos jóvenes actores con los que ya había trabajado en Rocco y sus hermanos. Por un lado, Alain Delon, que da vida al sobrino del protagonista. Y por otro, Claudia Cardinale, la mujer de la que se enamora el joven. Este reparto provocó un rodaje multilingüe. Las escenas en las que intervenía Burt Lancaster se rodaban en inglés; el resto en italiano, salvo las secuencias entre Claudia Cardinale y Delon que se filmaban en francés. El resto del reparto se completaba con actores italianos, entre ellos Terence Hill, futuro compañero de Bud Spencer, en el papel de un oficial garibaldino.

Claudia Cardinale y Alain Delon en una escena de El gatopardo de Luchino Visconti

Antes de filmar, el director pasaba revista a los extras, examinándolos de pies a cabeza. Para las escenas de guerra Visconti quería que los garibaldinos fueran altos y rubios y los partidarios de los Borbones de baja estatura y morenos. Así que hizo traer a los primeros desde Roma mientras que a los otros los encontró sin problemas en Sicilia.

La escena más recordada de la película es la del baile. El príncipe y su familia acuden a un palacio donde se celebra una gran fiesta con toda la nobleza siciliana. Esta parte del baile dura 45 minutos, ocupando el último tercio de la película. Para rodar estas escenas Visconti contrató a muchas de las auténticas familias aristocráticas de la región, incluido el hijo de Lampedusa, que vestidos con trajes de época bailaban en los grandes salones de la casa.

La película se rodó en pleno verano. Y embutidos en esos trajes y teniendo que bailar durante horas, los extras y actores lo pasaron bastante mal. Claudia Cardinale recordaba que Visconti era exigente hasta la locura. “Mi vestido era fabuloso, pero el corsé era auténtico y tan rígido que me cortaba el aliento. También eran auténticas las sales y el perfume que llevaba en mi bolso. Los nobles sicilianos que Visconti había elegido para que se interpretasen a si mismos caían como moscas por culpa del calor”, rememoraba.

Burt Lancaster y Claudia Cardinale en la escena del baile de El gatopardo

Durante las semanas que duró el rodaje de las escenas del baile, Visconti se aseguró del realismo hasta el más mínimo de los detalles. Kilos y kilos de flores frescas eran enviadas a diario por avión desde San Remo. Las carnes asadas y platos humeantes debían de ser cocinados y servidos una y otra vez en cada toma. Los guantes blancos se cambiaban a todas horas debido al sudor y el calor hacía que los instrumentos de la orquesta se desafinaran. Visconti interrumpía el rodaje para que los músicos los afinasen, a pesar de que la banda sonora definitiva iba a tapar esa música.

La banda sonora, que daba el toque final de excelencia a la película, la compuso el gran Nino Rota. Visconti y Rota eran amigos desde niños. Ambos eran milaneses y sus familias tenían un palco contiguo en la Scala de Milán. Los dos también recibieron formación musical. Luchino era un buen violonchelista de joven, pero se enamoró del cine mientras que Rota sí acabaría haciendo de la música su profesión. El amor que sentía por la música clásica hacía que, a menudo, el director prefiriese adaptar composiciones clásicas para sus películas en vez de encargar bandas sonoras originales.

La película se estrenó en Italia el 27 de marzo de 1963. Burt Lancaster estaba pletórico. “A veces una película y un personaje son tan valiosos que los actores queremos gritarlo a los cuatro vientos. He tenido el privilegio de trabajar en una película así y con uno de los mejores papeles de mi carrera”, decía. Antes de llegar a los cines, sin embargo, hubo ciertos problemas en Sicilia que amenazaron con boicotear su estreno. El Cardenal de Palermo leyó una carta pastoral desde el púlpito en contra de la película calificándola como una desgracia para Sicilia, comparándola incluso con la mafia, y que iba a contribuir a la decadencia de la isla.

Pero aquello no evitó que El gatopardo acabara siendo un gran éxito en Italia y en la mayoría de países europeos. En el Festival de Cannes ganó la Palma de Oro de aquel año. En cambio, en Estados Unidos la película fue un fiasco. La Fox realizó un nuevo montaje y cambió el Technicolor de la versión original por un proceso de color DeLuxe, que era inferior pero más barato. Todo ello despertó la ira de Visconti que admitió que todo ello se había hecho sin su supervisión y que los actores habían sido doblados con voces que no se correspondían con sus personajes.

Con el tiempo El gatopardo se convirtió en un clásico. Una de las mejores películas europeas de su tiempo. Sesenta años después de su estreno todavía sigue deslumbrando con su espléndida puesta en escena, unas interpretaciones impecables, la belleza de su música y una exquisita ambientación. Sin olvidarnos de la interesante reflexión que plantea sobre las mutaciones sociales en una época histórica que, en el fondo, no resulta tan distinta a la actual.

 
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