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Irak: 20 años de un país destruido

La periodista y el investigador que cubrieron la guerra de Irak para la Cadena SER analizan 20 años después esa invasión apoyada en mentiras, impulsada por George Bush, con Tony Blair y José María Aznar como aliados

20 años de Irak, la primera gran mentira del siglo XXI

20 años de Irak, la primera gran mentira del siglo XXI

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El primer ataque de Estados Unidos a Irak el 20 de marzo de 2003 se oyó en toda la capital, un fuerte estruendo que duró tres minutos. Así lo narró la periodista Olga Rodríguez. Junto al resto de la prensa occidental, estaba alojada en el hotel Palestina de Bagdad, al que se había trasladado dos días antes desde el hotel Al Rashid tras un aviso del Pentágono de que éste podía ser objetivo de las bombas.

Ese hotel Palestina, rodeado de edificios civiles, sería luego atacado por Estados Unidos provocando la muerte del cámara español José Couso y otros dos periodistas el 8 de abril de 2003.

Rodríguez fue la enviada especial de la Cadena Ser a la guerra de Irak. Veinte años después recuerda en ese mismo micrófono la sensación de que estaba viviendo “algo histórico y una auténtica anomalía”. Se refiere a las dudas sobre las presuntas pruebas del Gobierno estadounidense de que había armas de destrucción masiva en el país.

La oleada de bombardeos de EE.UU., bajo el nombre de “Operación Conmoción y Pavor”, ya indicaba la fuerza de esas bombas que, insiste la periodista, “dejaron a la sociedad conmocionada, en un estado de shock constante”. “Era agotador, porque detrás de esas bombas había muertos, y los hospitales estaban llenos. Los médicos haciendo operaciones quirúrgicas en los pasillos, y las morgues completamente saturadas”.

La experiencia del investigador iraquí Waleed Saleh fue de gran angustia por su país, que ya arrastraba las consecuencias de la guerra de 1991. “No había teléfonos, apenas podías hablar con la familia y sabíamos perfectamente lo que estaba pasando ahí a través de los medios de información internacionales”, asegura. Entonces se preguntaba por qué la justicia internacional no funcionaba igual para todos.

Saleh, doctor en Estudios Árabes e islámicos, analizó esta guerra hace dos décadas para la Cadena Ser. Entonces, explica, “todo el mundo sabía que en realidad que no existían armas de destrucción masiva porque Irak estaba sufriendo un embargo tremendo desde el año 1990”. Sobre esa gran mentira se sustentó la invasión, con la que en realidad EEUU y Reino Unido querían destruir la que era “una de las potencias regionales de Oriente Medio, por su riqueza en petróleo y desde el punto de vista humano”, asegura Saleh.

Un país destruido

La invasión marcó un antes y un después en el orden internacional, con consecuencias en toda la región y abriendo “un espacio infinito a la impunidad”, como ya advertían los expertos. “Lo de Irak no terminó en Irak. Posteriormente, con el surgimiento de grupos armados, se extendió a Siria. Y a día de hoy, buena parte de la región está afectada por aquella apertura del infierno en la tierra”, lamenta Olga Rodríguez.

El entonces presidente de EE.UU., George Bush, prometía prosperidad, libertad y democracia en un país en el que no dejó sino una espiral de violencia e inestabilidad. “El país ha sido destruido en todos los sentidos”, subraya Saleh, quien destaca dos problemas fundamentales en el país arrastrados hasta hoy: el sectarismo por el enfrentamiento entre chiíes, suníes y otras minorías como cristianos y yazidíes, y la corrupción sistemática y oficializada, instrumentalizada por parte del Gobierno.

Todavía ahora los iraquíes, como la familia de Waleed, sufren la escasez de luz, la inseguridad, secuestros y asesinatos por cuestiones de identidad y pertenencia étnica. Más de mil profesores universitarios han sido asesinados en estas dos últimas décadas. Todo ello con una situación económica muy complicada. “Casi el 40% de los niños no van al colegio porque tienen que vender kleenex en los semáforos o agua para ayudar a las familias”, asegura el investigador.

El país que ha encontrado Olga Rodríguez al regresar años después es “completamente diferente y peor que antes. Un país fragmentado, muy empobrecido y donde han entrado tantas armas que ya el descontrol es enorme”, dice. Según Naciones Unidas, sigue habiendo más de 1 millón de desplazados y de refugiados iraquíes a día de hoy, recuerda la periodista.

Para ella, la principal unidad de medida de las consecuencias de una guerra es el dolor que dura generaciones. La violencia, el miedo, las pérdidas y torturas que ha sufrido la sociedad iraquí atraviesan generaciones.

 
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