Cuando Dilfenio Romero atiende el teléfono todavía es miércoles, pero en Burrolandia ya han cerrado el cupo para las visitas del próximo domingo: "No, no hay entradas ya". Un plan sencillo de fin de semana, ir a visitar burros a una granja de Tres Cantos (Madrid), se ha convertido en la atracción de moda de padres, niños y no tan niños. Decenas de personas acuden cada semana a hacerse fotos con los burros, a darles de comer o a mirar cómo interactúan entre ellos. Esa es, según su cuidador, la única molestia que tienen en toda la semana: "Están todo el día comiendo, pastando a su aire, y solo los domingos aguantan que la gente vaya a verlos".

La historia de Burrolandia empezó en 1996 con un par de burros y se fue agrandando conforme Romero iba rescatando animales. En 'El Faro' asegura que tiene cientos de historias, pero recuerda con especial cariño la de Platerín, el cuarto que llegó a la protectora: "Lo iban a matar para echárselo de comer a los animales, así que fui con mi coche y me lo llevé". Hoy en día Romero está prejubilado y dedica la mayor parte de su tiempo a los casi 40 animales que viven en Burrolandia.

Detrás de este trabajo está la pasión de este hombre que, durante 40 años, trabajó en el Canal de Isabel II. "Son animales tan cariñosos y nobles que solo con la mirada me enternecen. Todavía me duele pensar en los palos que les daban en mi pueblo, cuando era pequeño. Así que después de un tiempo, decidí darles la vida que merecen".

'Baldomers', los fans de la burra Baldomera

En Málaga, el amor por el burro tiene nombre propio: Baldomera. Ella es la burra que emocionó a medio mundo en 2020 cuando uno de sus dueños, Ismael Fernández, publicó en sus redes sociales cómo había sido su reencuentro después de dos meses separados por el confinamiento.

A Fernández lo llamaron desde todas partes para conocer la historia: Al Jazeera, la BBC, CNN... Y tres años después, su vida ha dado un giro de 180 grados. Ahora ya no vive en Málaga ciudad, sino en su pueblo, El Borge, junto a Baldomera y el resto de animales que componen su pequeña granja. "Antes del confinamiento solo tenía a Baldo, ahora tengo casi 30 animales". También ha publicado un cuento infantil, La burrita Baldomera, que se ha traducido a seis idiomas y que lo ha llevado a hacer gira por los colegios. Algunos lectores afortunados han tenido la suerte de conocer a Baldomera en persona: "Los niños alucinan al ver que el burro del cuento existe de verdad", cuenta Fernández. También le escriben los 'baldomers', los fans de esta burra que lloró al reencontrarse con su dueño.