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Eugenio Monesma: el sabio de Huesca que no ha visto 'The Last Of Us' pero podría salvar a la humanidad

Sus documentales explican procesos básicos de la cadena alimentaria que, en muchos casos, han desaparecido a causa de la industrialización

Eugenio Monesma (C. G. CANO)

San Sebastián

Eugenio Monesma no ha visto The Last Of Us, la serie de HBO ambientada en un mundo apocalíptico en el que, por culpa de un hongo que ha mutado, la gente se transforma en algo parecido a un zombi. Y es que, más que las distopías inspiradas en videojuegos, a este etnólogo oscense de 70 años le interesan los ritos, las recetas y las costumbres de antaño. Por eso lleva más de 40 años pateándose España para filmar, de pueblo en pueblo, lo que va a desaparecer (o ya ha desaparecido). Pero esas realidades tan (aparentemente) alejadas entre sí podrían llegar a converger en caso de que, como plantea esta producción canadiense, una catástrofe biológica pusiera en jaque a la humanidad. Sin fábricas, sin seguridad garantizada y sin comunicación global, ¿cómo nos la apañaríamos para sobrevivir?

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30:20

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La gran mayoría de los españoles no sabe cazar, ni pescar, ni cultivar. A lo máximo a lo que llegan muchos (millones) de personas, de hecho, es a bajar al supermercado, pagar con el móvil y calentar con el microondas. Sobra decir, por lo tanto, que su superviviencia en un mundo apocalíptico se vería muy amenazada. Pero Eugenio Monesma lleva 40 años dando forma a una posible solución: más de 3.200 documentales —"el mayor archivo audiovisual de España sobre etnografía"— que contienen parte de sabiduría acumulada por nuestros ancestros durante miles de años y que, a la vez, podrían servir como "libro de instrucciones" para poder afrontar un reset de dimensiones colosales.

En las películas de Eugenio Monesca se explica cómo construir un carro de madera, cómo transportar cientos de kilómetros los troncos talados en un bosque pirenaico, cómo subirse a un árbol para recoger miel o piñones, cómo se hace el queso, cómo se hace el vino o cómo se hace el chocolate, y todo a la vieja usanza, usando herramientas relativamente fáciles de construir. Sin aplicaciones, sin inteligencia artificial y sin microchips made in Taiwan.

"La clave es la convivencia"

"Empecé en 1979 haciendo cortos antibelicistas de ficción", explica en una entrevista concedida a la Cadena SER. "Pero enseguida me vinculé a Ángel Gari, del Instituto Aragonés de Antropología, y empezaron a interesarme los viejos oficios y el mundo rural. Aprovechaba las fiestas para ir a pueblos abandonados con un pastor".

Eugenio Monesma se ha ido formando de forma autodidacta, tanto en cine como en etnografía, pero asegura que donde más ha aprendido no ha sido en las bibliotecas: "Hay que estar en contacto con la gente. Siempre me ha venido muy bien pasar tiempo con los pastores o los carboneros. Compartes muchas horas en las que no hay nada que hacer y te explican unas técnicas de caza, unos reclamos... La clave es la convivencia".

Despensa y guisos de toda la vida

Viendo los documentales de este oscense se puede aprender a hacer membrillo o azúcar de caña, cómo recoger miel de palma, cómo obtener higos secos o pacharán, cómo pescar truchas, cómo elaborar fideos o cómo apañárselas para tener hielo con el que enfriar los alimentos más allá de los días más fríos del invierno (y sin necesidad de energía eléctrica).

El interés de Eugenio Monesma por la gastronomía, de todas formas, ha trascendido (por mucho) a la despensa. De hecho, a pesar de no ser cocinero, su programa es el más visto de Canal Cocina: "A veces me presentan como 'el famoso cocinero' y, en realidad, no sé ni hacer un huevo frito. En mis trabajos siempre le cedo el protagonismo a los demás. No salgo en pantalla... De hecho, creo que el éxito de Fogones Tradicionales reside en dos elementos: que sean nuestras propias madres, abuelas, padres y abuelos quienes explican, de forma directa, cómo se hacen los guisos de nuestra infancia, y qu elo hagan mirando a cámara. ¡Eso es muy importante! Pero claro, como voy yo solo, no les queda más remedio que mirarme a mí, y acaban hablándole directamente al espectador".

Eugenio Monesma, hablando del trabajo de los piñoneros, en Diálogos de Cocina.

Uno de los trabajos que más le ha emocionado filmar es el de los piñoneros de Tierra de Pinares, en Segovia, que se subían a los árboles con ganchos en las botas para zarandear las ramas con largas varas y hacer caer las piñas. "Luego las recogían, extraían el piñón duro, partían la cáscara y sacaban el piñón blando. ¡Un proceso complejísimo! La gente que ve ese documental suele dejar comentarios diciendo que ahora entienden por qué son tan caros los piñones".

Buena parte de su obra, de hecho, puede verse en YouTube, donde en apenas dos años ha conseguido acercarse al millón de suscriptores. "Cada día hay 200.000 o 300.000 visionados de mis documentales", señala orgulloso tras la charla impartida en el congreso Diálogos de Cocina, al que la Cadena SER ha acudido invitada por la organización.

Conexión con los más jóvenes

"Me escriben muchos jóvenes que están muy ilusionados. Muchos intentan hacer algunos de esos trabajos, lo cual quiere decir que hay mucha voluntad de que no se pierda. La gente lo interpreta como un síntoma de identidad y lo quiere conservar. En algunos pueblos, además, están recuperando viejos oficios. En Huesca, por ejemplo, el descenso de Navatas. A raíz de mi película de 1984 se recuperó el descenso de en el río Cinca, y luego lo han copiado los del río Aragón, en Hecho, y los del Gállego, en Murillo de Gállego".

Eugenio Monesma asegura que es un "jubilado activo" que sigue "contribuyendo al país" con sus impuestos y, de hecho, se le acumulan los proyectos. "Acabo de grabar al colchonero, sobre cómo se hacen los colchones de lana, y enseguida retomo nuevos capítulos de Fogones Tradicionales".

Una de las últimas tradiciones gastronómicas que ha grabado han sido las "piñas de carnaval" de Cuevas de Velasco (Cuenca). "Es un pueblo muy pequeño en el que tienen un postre típico que es solo de allí", explica. "Con una masa hacen muchas pequeñas bolas, las fríen y, aún en caliente, las unen con la miel hasta que tiene forma de piña. Luego le pegan almendras garrapiñadas y las subastan en el carnaval. ¡Se suelen pagar unos 50 euros!".

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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