Un incombustible Héctor Alterio vuelve al escenario a los 93 años: "El exilio es un recuerdo que ya no me afecta"

Héctor Alterio es historia del teatro y del cine, el de aquí y el de allá. Este actor argentino vino a España en 1974. Tenía cuarenta años y venía a recoger un premio por su papel en la película La Tregua. Cuando quiso volver no había aviones para su regreso. Así comenzó su exilio en España, con su esposa y sus hijos, que aquí se convirtieron en actores, Ernesto y Malena Alterio y que hoy flanquean a su padre como el maestro que es. Desde entonces ha hecho viajes de ida y vuelta. De Madrid a Buenos Aires, de Buenos Aires a Madrid. Viajes reales y físicos y también viajes mentales, viajes en la ficción. El último lo empieza el 10 de marzo. Alterio, a los 93 años, vuelve a subirse al escenario, para un nuevo recital en el Teatro del Barrio, que le llevará después a su país, a Argentina.

El espectáculo titulado A buenos aires, lo dirige Ángela Bacaicoa, la compañera de vida de Alterio. "Ella es una guía absoluta para el beneficio del espectáculo. Con ella tengo la seguridad absoluta", dice sobre su pareja. Acompañado del piano de Juan Esteban Cuacci, ya no de guitarra como en sus recitales anteriores, el actor relata precisamente a través de la poesía, la música, el tango su vida y su amor por poetas como León Felipe, que tanto le ha acompañado. "Tiene todos los elementos, los espacios, las alegrías, las tristezas. Tiene todo León Felipe", dice el actor.

Los recuerdos del artista se mezclan con las rimas y los sonidos de Catulo Castillo, Piazzolla, Horacio Ferrer, Hamlet Lima Quintana y Eladia Blázquez, pero insiste, sobre todo de León Felipe. "Hay infinidad de poetas que pueden hacer esto, pero yo siempre le tengo presente, me sirve como apoyatura, como seguridad y eso para mí es maravilloso. León Felipe es felicidad para mí, para mí. Me ha sucedido muchas veces". Entre otras ocasiones, ahonda Alterio, en que el poeta le ayudó a superar el exilio.

León Felipe fue uno de tantos españoles que tuvo que huir de la dictadura española a México, como el argentino huyó de Videla a España. "Me ha ayudado mucho en todos los sentidos. Me lo sigo pasando muy ien. Por más que haya frases que las haya dicho más de 150 veces, como 'Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote', siento que el público la escucha por primera vez". Eso del exilio ya lo ha olvidado o, al menos, ya no duele cuando lo piensa. "Casi te digo que tengo identidad española", presume Alterio, que recibió en 2003 el Goya de Honor de la Academia Española. Su acento le delata, aunque dice que evita cumplir con el tópico argentino. "Me siento un poco a alerta de no excederme en el argentino que soy cuando estoy aquí. No quiero que se me vea como un argentino excedido".

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"Porque no podía, no me dejaban. No había aviones para mí, no había vuelos. Me obligaban a quedarme aquí como si estuviera atado. Después de la Junta Militar yo seguía vigilado. Afortunadamente, a veces, algunas de esas cosas las olvido, ya no me afectan, porque sí me ha afectado muchísimo. Y aquí estoy. son muchos años los que han pasado y eso es bueno, porque te hace olvidar. Hoy eso se transformó en un recuerdo, que no me afecta. Es difícil explicarlo. A veces me aparece y otras desaparece. Está ahí ese recuerdo, pero ya no golpea como me golpeó. Tengo ya muchos chichones", explica el actor sobre cómo ha lidiado y continúa haciéndolo, con la memoria y con la diáspora.

Uno de los primeros papeles aquí en España se lo dio precisamente Carlos Saura, director español que acaba de fallecer. Alterio interpretaba al padre de Ana Torrent en Cría cuervos y hacía de militar fascista, aliados de aquellos que le obligaban a quedarse en España en la vida real. "Me dio esa oportunidad cuando ya se sabía que yo no podía volver a la Argentina. El personaje era el padre de la protagonista y estaba muerto, lo estaban velando. Yo saltaba de alegría porque así no tenía que pronunciar las zetas. Solo tenía que cerrar los ojos y quedarme quietito vestido de militar", cuenta sobre el personaje y sobre cómo modelar el acento argentino para hacer de un jerifalte castellano. Rememora el actor que aquel papel fue complicado porque era imposible quedarse quieto. "Me temblaban los párpados cuando cerraba los ojos y me hacía el muerto. Y no paraban de cortar la toma", contaba divertido.

Después de trabajar con Saura, Alterio colaboró con directores españoles como Garci en Asignatura pendiente, Emilio Martínez Lázaro en Las palabras de Max, Antonio Mecero en La guerra de papá, Ricardo Franco, La familia de Pascual Duarte o José Luis García Sánchez con Las truchas. En 1977 ganó la Concha de Plata a mejor actor en San Sebastián con A un dios desconocido, la película de Jaime Chávarri.

Alterio también protagonizó una película histórica para su país, La historia oficial, una película de Luis Puenzo, sobre las consecuencias de la dictadura, sobre el robo de bebés a las presas, que el actor protagonizaba junto a Norma Aleandro y que ganó el Oscar. "Son muchas las cosas y los recuerdos, se me aturullan. La historia oficial tiene que ver con algo que me era muy familiar para mí y me provocaban risa, rabia, bueno, un montón de cosas que ahora me cuesta precisar. Había muchos sentimientos".

Como en este recital que ahora presenta, la vida y la obra de Héctor Alterio se han entrecruzado muchas veces. No solo en La Historia oficial, también en Vientos de agua, la serie de Juan José Campanella, que narra el fenómeno de la inmigración a través del exilio de un asturiano en 1934 hacia Argentina, y el retorno de su hijo en 2001 debido al corralito. En ella actuaba junto a su hijo, Ernesto, que interpretaba a su personaje de joven, por lo que nunca se encontraron en el rodaje. Con Campanella ha tenido Alterio su papel más popular, tanto en Argentina como en España, el de El hijo de la novia, que volvía a juntarle además con la actriz Norma Aleandro.