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El musical clásico que cambió las reglas del género

El jueves 9 de marzo se cumplen 90 años del estreno de La calle 42, una de esas películas que los críticos llaman “seminales” porque no sólo influyen en el desarrollo del cine posterior sino que dejan una herencia en otras muchas películas.

Escena de La Calle 42, película dirigida por Lloyd Bacon en 1933.

En muchas enciclopedias se cita a La calle 42 como la primera película del cine musical; el momento preciso en el que nace el musical americano, cosa que no es cierta. En realidad, el género musical había comenzado unos años antes con las canciones que cantaba Al Jolson en El cantor de jazz, la primera película sonora. Tras ella Hollywood se lanzó a rodar musicales como churros. Pero estos primeros musicales apenas tenían argumentos. Se limitaban a trasladar a la pantalla canciones famosas y números de vodevil ya conocidos que una cámara, que apenas se movía, filmaba.

Es La calle 42 la que en 1933 otorga al género musical sus cartas de nobleza gracias a sus innovaciones, creando un código genuinamente cinematográfico para este tipo de películas. Un mérito que, sobre todo, se lo debemos a un hombre: Busby Berkeley. En la historia del musical americano ha habido grandes coreógrafos como Michael Kidd, Bob Fosse o Hermes Pan que influyeron notablemente en la evolución y desarrollo del género. Busby Berkeley fue también uno de ellos. Berkeley, de hecho, nunca dio una clase de baile y lo poco que sabía sobre técnica de danza lo aprendió observando a los bailarines. Su experiencia nacía, más bien, del tiempo que ejerció como teniente de infantería durante la Primera Guerra Mundial. Busby manejaba a sus bailarines como soldados en un desfile, haciéndoles ejecutar figuras escénicas y espectaculares movimientos de masas. Con ellos creaba formas geométricas en movimiento que a menudo filmaba desde arriba en plano cenital para que pudiera apreciarse el efecto caleidoscópico. A diferencia de los primeros musicales de los que hablábamos antes la cámara de Berkeley no era un espectador frontal que permanecía quieto, sino que pasaba a formar parte activa de las coreografías, moviéndose de un lado a otro y buscando ángulos insólitos.

La calle 42 contaba el montaje de un espectáculo musical de Broadway. La historia central se adornaba con otras historias paralelas de los diversos protagonistas. La película presentaba una serie de arquetipos que harían fortuna en el género musical: El director exigente y tiránico, las sufridas coristas, la joven principiante que aprovecha su oportunidad para convertirse en estrella… personajes que a partir de entonces se repetirían en muchas otras películas. La calle 42 mezclaba música y comedia, pero era también una película hija de su tiempo y hay numerosas referencias a la Gran Depresión que atravesaba el país en aquellos años. También, dado que la Warner era el estudio por excelencia del cine de gángsters, se incluían en el film algunos personajes de ese género.

La calle 42 es una película coral pero sirvió sobre todo para lanzar las carreras de dos de sus protagonistas: Dick Powell, que había debutado poco antes en la pantalla, y Ruby Keeler que lo hacía con esta película. Los dos formarían pareja cinematográfica en los años siguientes rodando juntos siete películas. También tiene un pequeño papel como secundaria Ginger Rogers en su etapa previa a su unión con Fred Astaire. Ginger Rogers había sido elegida para la película por el director Mervyn LeRoy, ya que por entonces eran pareja sentimental. Sin embargo poco antes de comenzar el rodaje LeRoy cayó enfermo y fue sustituido por Lloyd Bacon. Aunque Bacon figura en los carteles como director de la película, la Warner decidió encomendar el proyecto a dos directores. Lloyd Bacon se encargaría de la parte dramática y Busby Berkeley de la parte musical que, a parte de una canción que interpreta Bebe Daniels durante los ensayos, se circunscribe a los últimos 20 minutos de la película. Esa parte final son tres espectaculares números musicales que se representan uno tras otro como parte del musical teatral que estrena la compañía. El número Shuffle off to Buffalo transcurre en un tren cuyo pasillo central se abre por la mitad y deja ver lo que ocurre en cada compartimento.

En el siguiente número, titulado Young and healthy, Berkeley se sirve de varias plataformas giratorias donde bailan los bailarines creando sus famosos caleidoscopios humanos. Un número que termina con un mítico trávelin de la cámara entre las piernas de las bailarinas que acaba en un primer plano de la pareja de cantantes. Este trávelin lo homenajearían muchos años después los hermanos Coen en una escena de El gran Lebowski.

Pero, sin duda, el número musical más espectacular es el que da título a la película. Para ello, Berkeley recreó en el estudio la célebre calle neoyorquina poblada de delincuentes, policías, vendedores ambulantes y muchos otros personajes. Mientras se desarrolla el número, a través de pequeños detalles vemos discusiones, peleas, romances y persecuciones, incluso el asesinato de una joven a plena luz del día. Con una agilidad sorprendente para la época, la cámara entra y sale de algunos edificios para ver lo que ocurre dentro. Un número que forma parte por derecho propio de la antología de los mejores momentos de la historia del cine musical.

Para promocionar la película antes de su estreno la Warner tuvo una idea muy original. Fletó un tren especial que partía de Los Ángeles con dirección a Washington para asistir a la toma de posesión del presidente Franklin D. Roosevelt. De camino, hizo cien paradas programadas en distintas ciudades donde se promocionaba la película. En ese tren viajaban los actores del film y otras muchas estrellas del estudio como Bette Davis, Preston Foster o Laura La Plante.

La calle 42 se estrenó finalmente el 9 de marzo de 1933, hace ahora 90 años. La película fue un gran éxito comercial que salvó además a la Warner de la bancarrota, ya que por entonces atravesaba graves problemas económicos. En 1980 La calle 42 fue adaptada a los escenarios de Broadway en un musical teatral que tuvo también mucho éxito, permaneciendo en cartel durante toda la década de los 80. Y una última curiosidad. Como muchas de las grandes películas, La calle 42 ha dejado también para el recuerdo una frase inmortal, la que le dice el director a Ruby Keeler antes de salir al escenario: “Sales como una debutante, tienes que volver como una estrella” que aparece votada en el puesto número 87 de las mejores líneas de diálogo de la historia del cine según el American Film Institute.

 
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