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Prevenir la radicalización con un cómic: la historia de Mourad Benchellali y Nizar Sassi

La novela gráfica 'El día que conocí a Bin Laden' recoge en dos tomos su viaje de ida y vuelta desde la periferia francesa a un campo militar de Al Qaeda en Afganistán, la cárcel de Guantánamo y su reintegración en una sociedad en la que buscan prevenir a la juventud contra la radicalización yihadista

Cómics para prevenir la radicalización yihadista. Un año tras la detención del periodista Pablo González

Cómics para prevenir la radicalización yihadista. Un año tras la detención del periodista Pablo González

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Madrid

Viajar es una acción que muchos jóvenes quieren en su vida, pero la odisea de Mourad Benchellali y Nizar Sassi fue una que, sin quererlo, cambió sus vidas para siempre. Su deseo de conocer algo más allá de Les Minguettes, un barrio periférico en Lyon, los cambió de forma individual, pero también es hilo conductor de una serie de eventos y lugares que han marcado el siglo XXI y recoge el cómic 'El día que conocí a Bin Laden', de la editorial Delcourt. En una investigación de largo aliento, el ilustrador Jérémie Dres dibuja el periplo de Mourad y Nizar: su llegada en 2001 a un campo de entrenamiento militar de Al Qaeda, su captura en Pakistán mientras intentaban huir de la organización, las torturas que vivieron en Guantánamo y su vuelta a Francia, donde han trabajado a su manera para prevenir a la juventud de la periferia sobre los riesgos y las trampas a las que se exponen ante las redes de reclutamiento yihadista. Con charlas en institutos y otros libros que ambos han publicado, el cómic se une a esa labor.

Mourad y Nizar llegaron a Afganistán por el hermano mayor del primero, quien llegó allí por su fe musulmana. "Nizar y yo no somos del todo religiosos. Pero nos atrajo la posibilidad de viajar por primera vez en nuestra vida", explica Mourad sobre la decisión que tomó con 18 años.

Pero al llegar a Afganistán en julio de 2001, Mourad se dio cuenta "de que no era libre". No era un viaje cualquiera, sino que les habían reclutado para unirse a Al Qaeda. Les requisaron sus pasaportes y el resto de pertenencias que llevaban consigo para cumplir con "la obligación religiosa" de entrenarse militarmente en el campamento de Al Farouq, cerca de Kandahar. "Pero este entrenamiento militar se convirtió en un entrenamiento terrorista, porque comienza a haber un entrenamiento para manejar explosivos", relata Mourad.

Un encuentro improbable

El cómic recoge su título en alusión al día que Osama Bin Laden visitó el campamento en el que Mourad se encontraba reclutado. Era un encuentro improbable, porque en aquel entonces entre el público en general, pero particularmente en el caso de Mourad y Nizar, ese nombre no decía nada. Ellos no habían ido allí ni por Al Qaeda ni por su líder. "Cuando vi a ese saudí llegar al campo de entrenamiento, no sabía quién era. Pero me di cuenta de que era alguien importante porque llevaba guardaespaldas, porque mucha gente estaba contenta con su llegada y parecía fascinada por su persona", recuerda. Y llamaron su atención dos aspectos en sus discursos. Por un lado, que estaban muy centrados en "combatir a los estadounidenses por todo el mundo". Por otro lado, se dirigía a los jóvenes invitándolos a ejecutar operaciones mártires, suicidas. A Mourad le costaba creer que no estaba "frente a personas que se peleaban por defender un territorio, sino que exportaban terrorismo internacional".

El día que cayeron las Torres Gemelas, Mourad seguía en el campo de entrenamiento y salió de allí unos días despues. Se enteró de los ataques por la radio. Sólo quería volver a casa, pero las personas con las que estaba le dijeron que, debido al ataque, no tenía posibilidades de hacerlo por el cierre de fronteras. Mourad sabía que tenía que huir, porque no quería ir a la guerra "ni en contra de los estadunidenses ni en contra de nadie". Así que cruzó desde Afganistán las montañas de Tora Bora hasta Pakistán, donde fue entregado por unos pobladores de Parachinar al ejército estadounidense. Pensó que al ver que era francés lo regresarían a su país, pero Mourad se dio cuenta de que los estadounidenses pensaban que era cómplice del atentado del 11 de septiembre al mismo nivel que otros miembros de Al Qaeda.

"En Guantánamo todos éramos víctimas"

Cuando Mourad fue capturado, pasó a ser el preso 161 del Centro de detención de Guantánamo. Nizar el preso 325, pero aunque los números intentaran quitarles el nombre, no ocultaron las torturas a las que fueron sometidos los presos de la base militar. Nizar, por ejemplo, relató en su libro 'Detenido 325, campamento Delta: de Vénissieux à Guantanamo' las vejaciones que sufrió durante los dos años y medio que estuvo encerrado. Mourad recuerda por su paso en Guantánamo lo que los estadounidenses le decían: "Alguien tiene que pagar por las atrocidades de otros". Pero Mourad cree que en los interrogatorios de los agentes de la CIA, el FBI y policías franceses "se dieron cuenta bastante rápido de que todo eso no servía para nada y que habían detenido a las personas equivocadas".

Cuando se le pregunta si no se radicalizó contra los estadounidenses por las torturas a las que fue sometido, Mourad responde convencido: "En Guantánamo todos éramos víctimas", refiriéndose a reos y a los militares asignados en la base. En su regreso a Estados Unidos, varios de ellos denunciaron lo que vieron allí.

Al volver a Francia estuvo otro tiempo en la prisión de Fleury, donde las condiciones nada tenían que ver con las de la base estadounidense. La fiscalía francesa anuló su liberación, pero apeló a la Corte Europea de Derechos Humanos. A día de hoy no tiene ninguna demanda judicial en su contra.

La labor de Mourad como integrador social a día de hoy tiene origen también en su ocupación antes de irse a Afganistán, pues era mediador vecinal. Desde que es libre, se dedica a dar charlas en institutos y centros sociales en las barriadas francesas para compartir lo fácil que es llegar a una red de captación yihadista. "Soy consciente de que otros jóvenes pueden cometer los mismos errores que yo", pero tampoco quiere "dar discursos ni lecciones de moral", pues sabe que las personas jóvenes son lo suficientemente autónomas para tomar sus propias decisiones. Nizar tiene una carnicería y es entrenador juvenil de futbol. Intentó dar algunas conferencias junto con Mourad, pero le resultaba muy doloroso y prefirió abordar desde otro lugar lo que habían vivido.

"Incluir imágenes donde a veces no las hay".

Jérémie Dres conoció la historia de Mourad y Nizar en una redifusión de France Culture. Le hizo eco la historia, pues muchos jóvenes franceses se habían ido a Siria en años recientes para unirse al Estado Islámico. Buscó la forma de hablar con Mourad y Nizar para retratar su historia, pero también recurrió a abogados y especialistas en terrorismo para explicar el contexto geopolítico que tenía que ilustrar en el relato.

Para Dres, quien lleva décadas haciendo cómics documentales, este formato le permite "incluir imágenes donde a veces no las hay". El cómic es un género literario de mucha poupularidad en Francia. Solamente en 2022 se vendieron en ese país 85 millones de ejemplares.

Fernanda Fernández

Fernanda Fernández

Redactora y productora en 'A vivir que son dos días' desde 2022. También produce 'Segunda Acepción'.

 
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