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Opinión

El caco Bonifacio

"Enrich supo captar el espíritu de ese tiempo. Pero lo fascinante de Enrich es que, en medio de aquel mundo violento de Bruguera, donde llovían los porrazos y las interjecciones de sainete, retrató la ternura de un ladrón gordo, hecho de humanidad. Hoy, si oigo decir caco, pienso en el caco Bonifacio. Y si oigo decir win win, pienso en un artista contemporáneo chino."

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Barcelona

Ha muerto recientemente el historietista Enrich a los 93 años. Su personaje más conocido fue el caco Bonifacio. Lo había creado para una revista que acababa de fundar con un puñado de dibujantes, desertores de Bruguera, aquella editorial que les negaba sus derechos de autor. La revista se llamó Tío Vivo, y tuvo tanto éxito que la compró Bruguera, y así volvieron todos al redil. Aquí nunca ha habido escapatoria, por eso la gente joven se va lo más lejos que puede. En las primeras historietas, el caco Bonifacio iba sin afeitar. Ni siquiera le llamaban ladrón, le decían caco. No hacía falta estudiar mitología para nombrar la vida con palabras de la Eneida. Hoy, nadie dice caco en serio. El caco Bonifacio era ladrón de acera y de cajas fuertes, y la editorial que lo publicaba era ladrona de dibujantes. Y aunque ahora ya no se roba a los dibujantes, tampoco se les paga. Es una especie de win win, pero perdiendo el de siempre. El caco Bonifacio usaba antifaz y gorra de visera, y tenía una colilla en los labios, como la que le borraron a Lucky Luke. La época en que apareció, finales de los 50, es la misma en que se estrenó la película Los tramposos, con Toni Leblanc y Antonio Ozores timando al personal. Y, en la década anterior, Camilo José Cela iba a empezar su primera novela, La familia de Pascual Duarte, diciendo: “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo”. Lo mismo había plasmado Jardiel con Los ladrones somos gente honrada. Enrich supo captar el espíritu de ese tiempo. Pero lo fascinante de Enrich es que, en medio de aquel mundo violento de Bruguera, donde llovían los porrazos y las interjecciones de sainete, retrató la ternura de un ladrón gordo, hecho de humanidad. Hoy, si oigo decir caco, pienso en el caco Bonifacio. Y si oigo decir win win, pienso en un artista contemporáneo chino.

 
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