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'The Quiet Girl', la joyita irlandesa que se ha colado en los Oscar

Colm Bairéad dirige esta preciosa historia sobre una niña retraída y silenciosa que descubre el cariño y la ternura en otra familia durante las vacaciones de verano

Fotograma 'The Quiet Girl'

Madrid

Frente a las grandes superproducciones y los laberintos narrativos, hay películas que necesitan muy poco para generar emociones y componer, desde lo más íntimo, un relato profundo y político. Es el caso de The Quiet Girl, el drama irlandés nominado al Oscar que firma el debutante Colm Bairéad. “Me encantó la pequeñez de la historia. Es como una especie de miniatura, la trama en sí misma es muy simple. Una niña que se va, se queda un tiempo con unos parientes y luego tiene que volver a su casa. Pero siempre creí en eso, aunque la trama en sí misma era casi insignificante, había algo muy profundo en el corazón de esta historia. Si mirábamos de cerca y con la suficiente franqueza, podía revelar algo sobre nosotros como pueblo”, cuenta el director en conversación con la Cadena SER antes de viajar a Los Ángeles para el sprint final a los premios de la Academia de Hollywood.

Esa sencillez narrativa ya estaba en ‘Foster’, el relato de la escritora Claire Keegan publicado primero en el New Yorker y después como libro, en el que se basa la cinta. La historia sigue a una niña retraída que pasa el verano con unos parientes y descubre que existe un universo de ternura y cariño que nunca había conocido. “Me encantó el hecho de que toda la historia se filtrara a través de este personaje joven, que fuera una narración en primera persona y que tuviera un sentido muy claro de lo que era. Me encanta la emoción que produce. Fue tan conmovedor para mí que incluso me hizo llorar al final de la historia. Me parece muy auténtica la presentación de todos nosotros como pueblo, los irlandeses y, en particular, de esa parte rural y de cómo las personas que viven en ella se relacionan entre sí”, expresa Bairéad sobre las razones que le llevaron a adaptar esta obra.

En ‘The Quiet Girl’ todo pasa por los ojos de Cáit, hija de una familia numerosa y pobre que vive en el campo en la Irlanda de los años 80. Casi nadie le presta atención ni la cuida, y ella observa en silencio, juega a esconderse y se hace cada vez más pequeña, en casa y en la escuela, ante un entorno que no le muestra el mínimo afecto. La actriz Catherine Clinch es la encargada de dar vida a esta joven frágil, inquieta y desconfiada con una interpretación conmovedora de la que la cámara no se despega. “Esa fue la decisión más importante que tuvimos que tomar, a quién íbamos a elegir para ese papel porque toda la película recae sobre sus hombros. Y Catherine fue una bendición para nosotros, como un milagro que, en cierto modo, llegó a nuestras vidas después de muchos meses de buscar quién haría ese papel. Es una jovencita extraordinaria. Tiene una inteligencia emocional especial, es una persona muy observadora, y, en muchos sentidos, compartía bastantes cualidades que nos atraparon. Solía decir que Cáit eran como su hermana, que sentía una especie de parentesco con ella, lo cual me pareció fascinante, porque eso demuestra lo mucho que empatizaba con el personaje fuera del guion”, explica el director del proceso de casting.

Hay algo poderoso y físico también en su actuación porque, desde la inocencia y la inexperiencia, contempla la complejidad de las emociones del mundo adulto sin caer en la cursilería o el dramatismo. “A veces los actores infantiles tienden a emocionarse demasiado o a expresar demasiado mientras que Catherine entendió desde el principio que este era un personaje y una interpretación que requerían casi lo opuesto, que era alguien que se había cerrado un poco emocionalmente, que había aprendido a esconderse a plena vista, que se quedaba sus emociones dentro y que, en cierto modo, se encontraba en un estado de vulnerabilidad por eso”, añade sobre el arco del personaje. Ella es el punto de vista de todo el relato y de su propio proceso de revelación emocional. Cuando llegan las vacaciones y su madre está a punto de dar a luz otra vez, sus padres la envían con unos familiares. Con la ropa que lleva puesta y sin más explicaciones, la niña llega al hogar de ese matrimonio, también dedicado al campo, sin hijos y con una mejor posición social. Ahí va entendiendo que existe otro modelo de familia, que se puede cuidar y amar con calidez, que hay espacio para el aprendizaje y la compresión, y que también detrás de esa sensibilidad hay dolor.

“El impulso para hacer la película trasciende lo rural para acercarse a temas más amplios, como la familia y lo que puede significar el concepto de familia. Es algo bastante fluido, no necesariamente tu familia biológica es el mejor lugar para ti o ese no es necesariamente el lugar en el que descubres quién eres realmente o en quién puedes convertirte”, defiende Bairéad de esta historia ambientada en la Irlanda profunda, rodada en irlandés y en la que la niña apenas sale de plano mientras la cámara recorre los espacios -las distintas casas, establos…-, va midiendo la distancia de la protagonista con su entorno y se va acercando a su rostro. El realizador explora con belleza y tristeza temas que ya estaban presentes en sus anteriores trabajos, como la complejidad de los lazos familiares y el crecimiento emocional, pero aquí da un paso más.

Este es el primer largometraje de ficción de un director que tiene carrera en el corto y en el documental, donde ha indagado en otra de las cuestiones del filme, la brecha de clases y la imposibilidad de romper ese límite. “Pasé casi un año filmando en una prisión aquí en Dublín. Y al escuchar las historias de todos esos jóvenes en prisión, ves que todos provienen de entornos desfavorecidos. Hay una razón por la que todos los que están en prisión son de ese sector de la sociedad. Hay una correlación muy clara entre las oportunidades que surgen en el lugar en el que te encuentras y el lugar en el que acabas. Así que ahí hay un ciclo absolutamente. Puede ser muy difícil salir de eso y encontrar oportunidades a las que otros tienen acceso de una manera mucho más fácil. Supongo que ella misma está atrapada en ese sistema de alguna manera, en las zonas rurales la pobreza era una realidad en ese período en Irlanda. Y sí, es un síntoma de la sociedad en la que estamos y donde eso sigue existiendo”, argumenta sin asociar en ningún caso los afectos con la posición social, pero sí con las oportunidades y el tiempo de dedicación.

Ese es uno de los mayores logros de la película, la sutileza y transparencia con la que se va acercando al mundo interior, a veces misterioso e inaccesible, de esta niña en su proceso de autodescubrimiento. En todo este viaje emocional no hay picos dramáticos ni excesos, solo las semillas justas para que en la joven vaya floreciendo algo más que el silencio. “Se trata tanto de lo que los personajes no se dicen como de lo que dicen. E incluso en la parte central está el trauma, la tragedia que ocurrió de la que nunca se habla. Es el silencio. También es importante en términos de contexto, como una característica de esa sociedad y de ese retrato que presentamos de nosotros como pueblo, como pueblo irlandés que no siempre hemos sido los mejores a la hora de expresar nuestras emociones. Desde el punto de vista cinematográfico, admiro las películas así. El poder contar historias sin confiar demasiado en el diálogo y poder encontrar formas de lograr una especie de complejidad en términos de observación de los personajes y sus dinámicas. Me encantan también las películas que tienen diálogos, eh, que quede claro, como ‘Todos los hombres del presidente', no es una regla. Pero será por mi propia sensibilidad, me inclino un poco más el silencio, supongo”.

El recorrido de ‘The Quiet Girl’ ha sido largo. Se presentó en la Berlinale hace un año, ganó premios en la Seminci de Valladolid y se ha convertido en todo un fenómeno en Irlanda siendo la película más taquillera del país. Un pequeño fenómeno que la ha llevado, por sorpresa, a los Oscar por delante de otras propuestas de renombre, como la última película de Park Chan-wook o el thriller de Ali Abbasi. “Ha sido increíble. Sabíamos que estábamos en la conversación, si mirabas las predicciones de medios como Variety, Hollywood Reporter e Indiewire, siempre estuvimos en la lista de posibles contendientes. Y luego, cuando empezamos nuestra campaña, viajamos a Los Ángeles y mostramos la película a los miembros de la academia. Al escuchar lo que pensaban, empezamos a sentirnos esperanzados porque nos dimos cuenta de que estaba teniendo un impacto real. Y eso que la competencia era enorme. Como había tantas películas increíbles en la lista de finalistas, nunca estuvimos seguros. Pero al mismo tiempo, hicimos lo mejor que pudimos y estamos muy contentos de haber conseguido hacer un poco de historia y ser la primera película irlandesa en esta categoría en los premios de la Academia”, concluye orgulloso de este hito Colm Bairéad.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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