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Lucía Carballal: "Me da miedo que la apuesta por las mujeres sea cosmética y transitoria"

La dramaturga ha estrenado 'Los pálidos' en el CDN, una obra sobre el poder de la televisión y las plataformas, un debate entre lo mainstream y la corrección política, el efectismo y la honestidad, entre lo que es bueno para la ficción y bueno para los guionistas

Lucía Carballal: "Me da miedo que la apuesta por las mujeres sea cosmética y transitoria"

Lucía Carballal: "Me da miedo que la apuesta por las mujeres sea cosmética y transitoria"

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Los Pálidos es el seudónimo de "un grupo que ha pasado los mejores años de su vida encerrados, luchando juntos sin que apenas les diera el Sol". Este grupo es un conjunto de guionistas interpretado por Israel Elejalde, Miki Esparbé, Natalia Huarte, Manuela Paso y Alba Planas. La obra se desarrolla en un plató de televisión convertido en una sala improvisada de guión, una writer's room, donde los guionistas piensan, discuten, debaten, escriben. En Los Pálidos asistimos a una suerte de Consejo de Ministros de un Gobierno de coalición con diferentes sensibilidades. Imaginen reunir en la sala a Irene Montero, Ione Belarra, Carmen Calvo y Margarita Robles para debatir sobre la ley del "solo sí es sí" o la Ley Trans. Al frente de ellas el jefe de guionistas, como si fuera el presidente del Ejecutivo, un hombre -en esta obra- que ni cree en la sororidad ni le interesa el feminismo, pero que no quiere quedarse atrás, quiere seguir siendo mainstream, popular y trabaja con estas distintas sensibilidades para mantenerse en pie.

En Los Pálidos el debate gira en torno a Hijas del voleibol, una serie con mujeres empoderadas, muy feminista, pero que como en las leyes citadas, un giro en el guion, en el último capítulo de la primera temporada, ha provocado la ira de sus seguidores y el aplauso de los más conservadores. El público discute por una serie como si de un asunto de Estado se tratara, todo el mundo tiene una opinión (de mierda, que cantaban Los Punsetes), sepa de lo que está hablando o no. Un espejo de nuestra sociedad.

Los guionistas escriben las ficciones de nuestras vidas pasadas, presentes y futuras. Imaginan, fantasean, deciden el rumbo que van a tomar esas historias, como los políticos debatiendo, aprobando y publicando leyes en el BOE que cambian el relato de quiénes somos, cómo somos, de dónde venimos y a dónde vamos. A los políticos podemos no renovarles para otra temporada a través del voto, en una democracia. ¿Cómo se hace eso con los guionistas?

Lucía Carballal (Madrid, 1984) es escritora, guionista de televisión, dramaturga. Autora de más de una decena de obras teatrales, como La resistencia, Una vida americana o Las bárbaras. Acaba de estrenar en el Teatro Valle-Inclán, en el Centro Dramático Nacional, Los Pálidos. Es su debut dirigiendo una obra que concibió en un principio para hablar del mundo de la televisión, aunque son muchos los debates que plantea el texto.

Aquí se plantea el poder que tiene la televisión para generar fe, deseos, expectativas, aspiraciones. ¿Queremos ser y tener todo lo que vemos en la televisión? ¿A ti te ha marcado mucho la televisión?

De joven yo vi mucho la televisión. Tengo 38 años, era la época. Cuando era pequeña, todavía no se había hecho una reflexión muy crítica al respecto de la televisión. Ahora es más común escuchar que hay que tener cuidado con cuántas horas ven los niños, etcétera. Y también era un momento en el que todavía no existía Internet y para mí fue una gran influencia. Hija de madre divorciada, años 80, un poco más salvaje que ahora. Y yo pasaba ahí horas y horas. Y fue también una gran escuela para la ficción. Creo que ahora la reflexión en torno a la televisión es un poco distinta, en un momento también en el que las redes sociales, internet, tienen una influencia tan grande. Pero sí que creo que en este mundo de tantos impulsos, de las redes sociales, en el que las cosas duran exactamente un segundo y medio, el que todavía nos comprometamos con una serie tiene un valor. Una serie de ficción que puede durar semanas, aunque a veces te pongas una noche y te la veas entera, pero la idea de que una historia, que ha tardado tanto tiempo en concebirse, escribirse, rodarse, que estés un rato delante de ella comprometiéndote con esa historia, esto tiene un valor todavía y probablemente lo tenga más en el futuro, cuando todo esté profundamente fragmentado. Por otro lado, he trabajado unos años en televisión y seguiré trabajando seguramente como guionista. Y sí que he sentido, cuando estaba en esa mesa de guión rodeada de mis compañeros, esa sensación de poder. Estar en una mesa en la que estás decidiendo a través de las tramas, los temas, los personajes, qué temas estás visibilizando, qué enfoque le estás dando a las cosas. Y hay una parte que tiene que ver con el puro entretenimiento, otra parte que tiene que ver con lo creativo. Pero también hay unas decisiones que yo a veces he sentido que eran complejas de tomar porque te está viendo mucha gente y además te está viendo mucha gente en el mundo de las plataformas, que ya ni siquiera es ni en tu ciudad ni en tu país, sino en lugares remotos. Toda esa reflexión en torno a la televisión, a qué significa contar una historia en ese medio, fue el germen de esta obra.

Las plataformas, las redes, son casi la única ventana que tienen los jóvenes hoy al mundo, que incluso se informan a través de TikTok, por ejemplo. ¿Debería ser la televisión más pedagógica?

Esta es una pregunta muy complicada, no tengo una respuesta al respecto. Creo que la obra plantea precisamente esta pregunta. Por supuesto, cuando estamos hablando de ficciones para menores de edad, creo que no hay tanto debate, pero dentro del mundo de los adultos se está produciendo ahora una enorme polarización con respecto a esto. Es como si existieran dos grupos o dos ideas. Esta idea de que la ficción debe ser completamente libre de lo ético, de lo moral, de la responsabilidad. Esta idea de que uno está como en una especie de limbo, fuera de cualquier red, de cualquier responsabilidad. Y por otro lado está esta otra idea de que no puedes decir absolutamente nada que pueda cuestionar o herir la sensibilidad de nadie. Y si tomamos este camino radicalmente, el lugar al que llegaremos será una ficción que creo que no le interesará a nadie, porque el ser humano no es perfecto. El ser humano es contradictorio, es oscuro y la idea de que representar esas zonas sea tan cuestionada y que nos dé tanto miedo hacerlo a mí me preocupa un poco a veces. Mi intento complejo es intentar crear un espacio entre estos dos mundos, un espacio intermedio en el que podamos decir bueno, la ficción, por supuesto, tiene que hacerse algunas preguntas con respecto a qué representa y cómo lo representa. Y por supuesto, hay que tener en cuenta que el mundo está cambiando y que hay algunas cosas que no puedes ignorar. Pero por otro lado, tenemos que conseguir que la ficción sea un lugar en el que podamos representar la vida y lo humano en su complejidad, en su amplitud, con la sensación de que no pasa nada por ver seres humanos que quizá no toman decisiones ejemplares o que en un momento dado pueden decir algo que no nos gusta que nos digan en la vida o que no nos gusta escuchar, pero mantener todavía esta distancia. Creo que es un ejercicio sano, también de madurez como espectador.

Si algo ha conseguido la tecnología, la digitalización, las plataformas según la UNESCO, es acercar más a los creadores y a ese público. Pero también entraña algunos riesgos que vemos en esta obra: a propósito de las redes sociales, la ira que se desata de algunos fans o seguidores de la serie, Hijas del voleibol, que no les gusta como termina la primera temporada. Y dice Jacobo, el jefe de guionistas: "discusiones sobre una serie como si fuera un asunto de Estado". Esto lo hemos visto con algunos finales de series como Juego de Tronos. Lo hemos visto con el Benidorm Fest, aunque quizás eso sí sea un asunto de Estado. O lo hemos visto, por ejemplo, con el tercer capítulo de la serie The Last of Us, la adaptación del videojuego, que por desarrollar una historia homosexual, ha desatado la ira de los homófobos y de la extrema derecha. ¿Vivís los creadores bajo esa presión del público, especialmente en las redes sociales, bajo la dictadura de las redes?

Yo he vivido esa sensación de preguntarte qué puede pasar o qué tipo de reacción puede haber. Lo que sucede es que el ambiente es ya tan extremo, ¿no? Es decir, todo el mundo puede opinar. Es muy difícil también tener una valoración real de lo que está sucediendo. Es decir, a veces hay muy poca gente que hace mucho ruido. Otras veces hay gente que tiene una opinión generalizada sobre algo, pero no la expresa tanto porque quizá generacionalmente tiene menos ganas de expresarla en redes. Es decir, que lo que sucede con las cosas, la reacción de las cosas a veces no es tan fácil de valorar y sí que percibimos mucho ese ruido. A mí me apetecía reflejar esta idea de cómo algo, una pequeña piedra que cae en un lago puede generar esta onda expansiva y derivar en cuestiones casi surrealistas. Sumándose a los ejemplos que proponías, lo he pensado mucho y lo hemos pensado mucho en el equipo, con todo lo que pasó con Shakira. Esta idea de que de repente una canción, una ruptura sentimental, haya generado artículos, teorías sobre el amor, qué es una mujer empoderada o la sororidad. Qué interesante, porque si la observamos con una mirada amable y sin enfadarnos mucho, en realidad es muy interesante que como sociedad nos diviertan tanto las pequeñas cosas que hacen otros para gestionar nuestras propias ideas, emociones para entrar en relación con los demás. Y hay algo que tiene un punto tierno. A veces lo pienso, digo, ¿pero qué hacemos hablando tanto tiempo de esto? ¿La gente no tiene otra cosa que hacer? Y claro que en la obra se habla de esta serie que con un gran punto de sarcasmo se llama Hijas del voleibol. Porque tiene que ver con la idea de un tipo que generacionalmente e ideológicamente está muy lejos de la idea de hacer una serie sobre sororidad, que es un tema que no le interesa nada, pero que siente que es casi su única manera de mantenerse mainstream y en pie. Y por lo tanto le es muy difícil dar realmente un mensaje feminista a una serie que jamás habría escrito por voluntad propia. Y se equivocan a la hora de escribir.

Nos decía Miguel Campello hace un par de semanas aquí en La Hora Extra que antes las alas a los creadores se las cortaban desde fuera y que ahora hay mucha autocensura, que uno no sabe qué escribir para no faltar a nadie sin querer faltar a nadie. Y aquí es lo que pasa. Hay que meter a personajes LGTBI o personajes racializados en las series, pero no podemos convertirlas en acosadores porque se puede enfadar el colectivo. Y asistimos a un montón de debates y discusiones sobre quién es el acosador. Si hemos metido demasiadas mujeres, si son pocas mujeres, si no podemos señalar a un colectivo determinado, cómo gustar a todes... debates surrealistas, pero que seguro que entre los guionistas en una habitación de escritura se producen y con absoluta seriedad.

Absolutamente, como bien dices, me he metido en todos los charcos. La función explora los límites de lo representable también ahora mismo, establece una relación con el espectador en la que de alguna manera yo estoy diciéndole: bueno, yo estoy yendo hasta aquí, ¿estás bien? Puedo seguir, venga, voy a tratar este otro tema. Cómo te sientes con esto... Lo representable, qué le pedimos a las historias ahora. Ese es el gran tema ahora mismo y es muy interesante. A mí me parece que es un avance y algo que me ha gustado presenciar generacionalmente. El que se haya abierto esta cuestión. No puede ser que se escribieran las cosas sin estar haciéndote preguntas de por qué todos los personajes son masculinos o por qué todos los personajes son de una determinada edad, o por qué todas las mujeres que aparecen en una ficción tienen 25 años y son guapísimas. Por supuesto que había que plantearse esto en todos los aspectos, en la en la cuestión LGTBI, en el feminismo, desde el feminismo, desde la cuestión racial, por supuesto. Pero lo que sucede es que estos nuevos personajes, por así decir, que no responden a los estándares habituales, parece como que no tuvieran todavía la categoría de personaje total. Es decir, cuando se habla de un Hamlet, del prototipo de personaje masculino de toda la vida, se habla de la grandeza del personaje. Siempre se habla de que tiene que tener contradicciones, zonas oscuras, puede cometer actos terribles y de hecho nos encanta ver series y escuchar historias en torno a personajes que cometen errores. Pero imagínate que hay una protagonista, y por formar parte de esta comunidad es el ejemplo que puedo poner con más tranquilidad, una protagonista lesbiana. Te haces la pregunta de qué estás contando a través de ella o qué representa. Porque hay tan pocos casos que si de repente es una mujer irresponsable emocionalmente, parece que estás diciendo que ese colectivo se caracteriza por eso. Y esa servidumbre, por así decir, es es la que creo que sería el siguiente paso. Hay que terminar de completar este proceso diciendo bueno, estos nuevos personajes también pueden ser personajes no ejemplares.

¿No quedan madres felices en la ficción? ¿Son todas madres arrepentidas? Ha habido pocas historias de mujeres, como pocas mujeres contando historias, eso lo sabemos. Pero María, la guionista novel, treintañera y lesbiana se pregunta si hay demasiadas historias de mujeres o mujeres contando historias ahora, si es una moda o una burbuja.

Ella se refiere a la idea de escribir historias sobre mujeres un poco sin saber muy bien por qué. Es decir, ella hace esta crítica desde la mirada de una mujer. Lo que comentábamos antes, hombres que para mantenerme en pie, van a hablar de temas supuestamente feministas, pero que ni controlan ni respetan en muchos casos. Esa es la crítica que hace ella, el decir no basta con una serie de mujeres juntas que hacen cosas, como los catalanes, que hacen cosas. Esto es lo que ella critica, no el hecho de que existan ficciones protagonizadas por mujeres, sino que se escriban desde lugares poco honestos.

Hay un debate sobre el feminismo y las nuevas olas feministas. Después del MeToo, ahí está la frase "yo sí te creo". En torno además a la maternidad, un tema que tú ya has abordado en textos anteriores. Aquí presenciamos el renunciar a una carrera, la de la protagonista de Hijas del voleibol, por ser madre. Y el debate de si esto es machista o sí en realidad es que está cansada de entrenar, quiere ser madre y tiene la libertad de tomar esa decisión.

Sí, es esa decisión de guión que toma Jacobo, el protagonista, que es hacer que esta heroína juvenil, esta deportista exitosa, de repente en el final de la temporada diga voy a renunciar a jugar porque quiero ser madre. Y cómo esto se puede interpretar ideológicamente, desde lugares tan distintos. Yo tardé mucho en elegir cuál iba a ser esa mala decisión, decidí que fuera esto porque me gustaba esa ambigüedad de que realmente, tanto desde la derecha como desde la izquierda, se puede interpretar de maneras muy distintas. Es decir, hay una parte de la izquierda o del feminismo que diría qué mal ejemplo, porque tú le estás diciendo a las chicas que con 20 años es una buena decisión renunciar a una carrera profesional por una maternidad. Y hay otra parte del feminismo que dice bueno, pero ¿por qué? Porque si es una decisión que ella toma libremente, qué más da que sea joven, tan joven. Qué más da que esté renunciando a una carrera. ¿Es que no puede una mujer joven decidir ser madre? Y me encantaba la sensación de dificultad para encontrar una sola respuesta, de tal manera que el espectador pueda verse también haciéndose la pregunta de qué pensaría yo de esto. Si tuviese que escribir esta historia, ¿tomaría esta decisión? ¿Y si fuera mi hija de 20 años la que ve la serie? En fin, me parecía que era esa especie de alambre en el que puedes hacer preguntas difíciles y que ponen al espectador en esa pregunta de qué delicado es tomar decisiones narrativas a veces.

Porque además hay muchas brechas: hay una brecha ideológica, hay una brecha de género, hay también una brecha generacional. María es la joven y Gloria intenta mantenerse mainstream a partir de los 50 o 60 años, eso es complicado.

Sí, el personaje de Gloria que interpreta Manuela Paso tiene una lectura muy crítica también de este rol de las mujeres jóvenes que entran en la empresa. Ella dice tú vienes con un discurso, tienes 30 años, vienes con toda tu fuerza, acabas de llegar, eres como lo nuevo. Es una función que habla mucho también de lo nuevo y lo viejo, el relevo. Esta idea de relevo a mí me ha ayudado mucho a escribir la obra. Y Gloria dice: vienes con este discurso en torno a la mujer, la importancia de la mujer. Pero yo también soy una mujer. Lo que pasa es que como no encajo dentro de lo que tú propones, parece que no puedo formar parte de tu proyecto de renovación, por así decir. Aunque en este caso no es tanto una decisión de María como del propio sistema, que muchas veces diciendo que quiere incorporar mujeres, lo que en realidad está diciendo es que quiere incorporar cosas nuevas. Y así se ve que muchas veces la apuesta por las mujeres es más cosmética que honesta. A veces es mi miedo con lo que estamos viviendo ahora, que sea que sea algo más transitorio de lo que parece.

Ahora que mencionas el sistema, he percibido otra reflexión en torno al éxito y el fracaso. Nuestra relación con el sistema, qué se espera de nosotros, qué espera el sistema de nosotros. Cuál es nuestra relación con el progreso, con el dinero. Oksana, la protagonista de Hijas del voleibol, dice "estoy cansada de la obligación de triunfar", lo que se convierte en toda una crítica al capitalismo.

Sí, esta renuncia de ella a competir por un proyecto de maternidad se interpreta desde un lugar muy conservador por un lado, pero puede ser también una una propuesta anticapitalista. Es lo que pasaría ahora en redes sociales, que habría gente que lo interpretaría de una manera y de la otra, que son lecturas simultáneas y perfectamente posibles ambas. Yo fantaseo mucho con este dejar de hacer, de estar esforzándome tanto todo el rato. Como seguramente te pasa a ti, como a la gente que tiene una vocación y que tiene un trabajo exigente, muchas veces ha habido unas renuncias enormes y por supuesto que a veces te haces la pregunta de qué estoy haciendo y hasta qué punto estoy tan volcada en el trabajo. Teniendo vocación y gustándome tanto mi trabajo, que el gran proyecto de mi vida es el teatro, muchas veces me he preguntado si me estoy pasando un poco.

Renuncias que hacemos muchas veces por un sueldo de mierda, por ser mileuristas, porque aquí también hay un conflicto de clase, se acabó la clase media. Ahora todo es clase baja, aunque nos hagan creer lo contrario, muchas veces con entretenimiento y pequeñas satisfacciones. "El precariado" se dice en la obra. ¿Es un tema, el del precariado, tan relevante o más que el feminismo, la diversidad sexual o el ecologismo?

Yo creo que sí, en el sentido de que creo que es el tema que verdaderamente engloba a todo lo demás. Lo he pensado muchas veces desde el punto de vista del ecologismo, por ejemplo. Es decir, cuando yo viví muchos años en Berlín, en Alemania, recuerdo esta cosa de los supermercados biológicos donde la fruta costaba tres veces más. Recuerdo alguna discusión que tuve con amigos, porque yo en una época en concreto sí que me lo podía permitir. Tenía un buen trabajo y yo me iba a mi supermercado ecológico a comprar mi fruta carísima de temporada. Y algún amigo me decía que es un privilegio, un lujo por muy comprometido que estés ecológicamente. Hay que mirar también las dificultades de acceso de determinadas personas, incluso algunas aristas ideológicas por cuestiones puramente de clase y de medios, tenerlo en cuenta, incorporarlo al debate. Y estoy bastante de acuerdo con lo que dice el personaje de María, es que es muy difícil abordar una cuestión como el feminismo, la presencia de las mujeres en espacios de representación sin hacerte la pregunta de cuánta ayuda hemos tenido para acceder a ese espacio. Porque yo misma también he sido una privilegiada que ha podido dedicarse un montón de tiempo a formarse y a hacer el caminito que tuve que hacer para llegar a determinados lugares, porque tuve también un apoyo que mucha gente quizás no ha tenido.

A propósito de las redes sociales y sobre quién cuenta la historia, es político contar una historia porque hemos dejado de contar historias en este sistema de consumo cultural rápido, breve, en vídeo, fugaz, entretenido. ¿Son una amenaza esos llamados creadores de contenido que crean contenido, a veces cultural, para las redes sociales?

Tengo todavía muchas dudas con el tema de redes sociales. En concreto, tengo mucho complejo de estar perdiéndome algo, no quiero ser como la generación de gente mayor que nosotros, esa sensación de no pillar las cosas. Me cuesta mucho. Estoy convencida de que está pasando algo que yo todavía no entiendo porque yo tuve una juventud muy analógica y no querría juzgarlo. Pero sí que creo que este esfuerzo de construir una historia, de decir a ver, quién es tu protagonista, qué le pasa a tu protagonista, qué estás eligiendo representar. ¿Es una historia que tiene lugar en un mundo burgués, es una historia que tiene lugar en un mundo con menos facilidades? ¿Cuáles son los conflictos? ¿Cuánto estoy poniendo de mí? ¿Cuánto quiero incomodar al espectador? ¿Quiero que se quede tan tranquilo, que no se pregunte nada, que pasé un buen rato y ya está? Y eso son preguntas políticas en el sentido de que también tiene que ver con qué estás poniendo en la comunidad. Juan Mayorga siempre habla del teatro como un espacio de encuentro, como la gran asamblea de la ciudad a la que vamos a confrontarnos con nosotros mismos. Y ese encuentro comunitario es profundamente político, más ahora que estamos tan solitos y tan en casa con el móvil.

Tú tienes 38 años y dices que has vivido una vida muy analógica, imaginémonos a una persona de 50 o 60 años. Cada vez tienen menos espejos en los que identificarse, sus historias se están quedando atrás.

Esto sí que lo he visto en los últimos años. No sé si te has fijado que cada vez hay más campañas, por ejemplo de moda, con modelos de más edad. Lo que sucede es que, como todo, forma parte de esta gran maquinaria del consumo. Siempre tiene que pasar por el filtro de que sea atrayente. Me encanta que representen a las mujeres de 60 años, pero tienes que tener una talla 34 y tienes que seguir siendo muy atractiva. Y ahí, como persona que se dedica a escribir, a contar historias, hay que intentar identificar dónde se está prestando menos atención.

Israel Elejalde en 'Los pálidos' / Luz Soria

¿Te da vergüenza el fracaso como a Jacobo?

Sí, claro, pero estoy mejorando. A ver, estamos muy expuestos. Hay mucha violencia en la recepción, la verdad. Alemania, que es quizá el único otro país del que puedo hablar, comparado con España, Alemania es un país donde se valora mucho el proceso y se habla mucho de cómo se hacen las cosas. Le preguntan mucho a los creadores cómo ha sido intentarlo. Se considera que la creación es un proceso y una búsqueda y creo que esa cultura no la tenemos tanto. Nosotros nos miramos mucho por el resultado. Si lo has hecho bien, si lo has hecho mal, cómo te ha quedado la cosa al final y hay una tiranía ahí, en algo que no es cuantificable, que no es mecanizado, que es un proceso creativo, que te pone una presión. Ha habido una época de mi vida en la que me agobiaba mucho trabajando, con mucha presión para que saliera bien. Y he sido una persona que ha sufrido trabajando y he tenido incluso crisis fuertes de tener mucho miedo, me bloqueé mucho. Ahora ya no me está pasando. Ha sido quizá el primer proyecto en el que he sido muy feliz y me he permitido mucho más. Hay también a veces una idealización del trabajo creativo desde fuera y es un trabajo muy duro, muy difícil. Te pueden hacer críticas muy buenas, pero también muy maliciosas, te expones a la opinión de mucha gente y a veces no es fácil. Pero con esta obra estoy tranquila porque ha sido un proceso tan bonito y hemos llegado a un lugar en el que estamos satisfechos. Siento como si estuviese protegida, una sensación curiosa. También orgullosa de haber puesto una cosa ahí que me parece que llevaba mucho tiempo queriendo contar y que me parece que está en un sitio de cierto riesgo. Bueno, de haberme metido en sitios complicados. Y estoy muy contenta de haberme atrevido porque tiro para delante., he llegado hasta el final y estoy contenta.

 
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