¿Cuál es el límite de la sumisión con Marruecos?

Madrid

Dos reuniones marcan la actualidad política de este jueves. Una que no se celebra, la de Pedro Sánchez y el Rey Mohamed VI en Marruecos; y otra de la que salió un acuerdo que cambia completamente el escenario político en Cataluña, los presupuestos pactados entre los socialistas catalanes y Esquerra Republicana.

Vamos a ir por partes. Sobre la primera, Marruecos es una auténtica china en el zapato de Sánchez. Las relaciones con ese país han provocado algunos inexplicables movimientos del Gobierno que tuvieron como punto de inflexión el cambio de postura de España en relación con el Sahara Occidental. Parece que había que subsanar el agravio que para Marruecos supuso que España acogiera al líder del polisario, enfermo de covid. Y, en medio, entradas masivas de inmigrantes, represión en la frontera de Melilla y una votación en Europa sobre derechos en el país vecino que dejó retratados a los socialistas españoles.

Hasta ayer, con el inicio de una cumbre que debería servir para limar cualquier tipo de desencuentro. Bueno, el rey Mohamed VI no recibe al presidente Sánchez. De hecho, el monarca ni siquiera está en Marruecos. Solo hubo una llamada telefónica. No parece que lo que se interpretaba como una tregua en las complicadas relaciones vaya a traducirse en más fluidez. A Marruecos todo le parece poco, así que no sería de extrañar que el Gobierno de Sánchez tuviera que seguir cediendo. La pregunta es, ¿dónde está el límite? ¿Cuál es el límite de la sumisión?

Y, sobre los presupuestos en Cataluña, tras el acuerdo entre el PSC y ERC, el cambio de dinámica que se produce allí. Se sale del bucle infinito en el que se había metido la política catalana negándose a pactos entre bloques. Solo podían ser acuerdos entre independentistas. La dinámica se ha roto. Esquerra, que tendrá que lidiar ahora con el independentismo radical, se asegura la legislatura; y el PSC —Salvador Illa— manda una señal de responsabilidad política más allá de ideologías: las cuentas son imprescindibles para el desarrollo de Cataluña. El acuerdo, pues, es posible, y además allana el camino para lo que queda de legislatura también en España. Se afianzan las relaciones entre ERC y los socialistas de cara a las votaciones que quedan pendientes en el Congreso.

Al menos estas trincheras, las que se cavaron profundamente en 2017, parece que empiezan a desaparecer.