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¡Ya está bien de referentes!

Para convertirse en referente no hace falta un discurso hilvanado, sereno y lleno de argumentos implacables. Basta, normalmente, con pronunciarlo contra la persona o cosa correcta en el momento político-social adecuado

¡Ya está bien de referentes!

¡Ya está bien de referentes!

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Madrid

Ayer estaba yo sentado en una terraza cuando pasó un señor megáfono en mano. Iba solo, gritando consignas como "¡Ya está bien de referentes!", "¡Convertís a cualquiera en referente!", "¡Seamos más selectivos!", "¡Un poquito de criterio, por favor!". A la media hora volvió a pasar, en esta ocasión seguido de miles de personas. Se había convertido en referente.

La voracidad con que en España consumimos referentes es solo comparable a nuestra adicción a las toallitas húmedas. No es algo de ahora. Recordemos aquel señor que en un programa televisivo preguntó a Zapatero cuánto costaba un café. El que el entonces presidente no acertara con el precio supuso para muchos ciudadanos de derechas la constatación de que todas las políticas de su ejecutivo estaban equivocadas. "Un hombre que no sabe lo que cuesta un café no puede regir los destinos de una nación", parecía deducirse de la respuesta. Al mismo tiempo que de la agudeza de la pregunta se podía colegir que alguien capaz de hacer tambalearse al régimen con un simple interrogante merecía formar parte de la nómina de ilustres del país. Y así fue durante un tiempo en el que el buen señor disfrutó de su repentina popularidad apareciendo en todos los medios conservadores.

Hay muchos otros ejemplos. Seguramente recuerdan ustedes a la concursante de Operación Triunfo que se negó a pronunciar la palabra "mariconez". La chica debía interpretar una canción de Mecano que la incluía en su letra, pero decidió cambiarla por "estupidez" porque consideraba que era una ofensa hacia el colectivo gay. Gran parte de la ciudadanía de izquierdas la adoptó inmediatamente como ejemplo de la corrección política que debía imperar no solo en el momento de la polémica sino también hacía treinta años cuando se compuso la canción.

Otro fugaz referente que posiblemente recuerden fue aquel propietario de un restaurante malagueño que se opuso empecinadamente a la Ley Antitabaco, pronosticando una debacle hostelera si se llevaba a la práctica. El restaurador indomable fue aplaudido por todos los que no comulgaban con la ley y llegó a ser proclamado en un titular del diario La Razón "El héroe de los fumadores".

Como acabamos de ver esta semana en la Complutense, para convertirse en referente no hace falta un discurso hilvanado, sereno y lleno de argumentos implacables. Basta, normalmente, con pronunciarlo contra la persona o cosa correcta en el momento político-social adecuado. En el del pasado martes, la juventud de quien lo pronunciaba puede disculpar el atropellamiento, la desordenada exposición que arruina cualquier buen argumento o el tono innecesariamente estridente. Lo que no es disculpable, en esta nueva versión del cuento del rey desnudo, es ese empeño de muchos en hacer ver que una alumna cubierta solo con los paños menores de una pobre oratoria luce una maravillosa elocuencia solo porque ataca a Ayuso. Experta, por cierto, en discursos malos y tramposos.

Miguel Sánchez Romero

Miguel Sánchez Romero

Guionista y realizador televisivo español, Miguel Sánchez Romero es conocido por su labor en programas...

 
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