El Coyote
"Cada generación busca en los libros la época que le ha tocado vivir. A la gente del siglo XXI, la ha trastornado Juego de Tronos. Yo, cincuentón profundo, llegué a conocer al Coyote. Las novelas nos muestran la vida"
Barcelona
¿Han visto los kioscos? Han vuelto las novelas de aventuras. Estas novelas son los libros más transparentes. Hablan de otros, pero salimos nosotros, al contrario de la literatura del yo, que sólo sale el que habla. Jesucristo era mucho de contar historias de otras gentes. Si sólo hubiera hablado de sus cosas, no le habría hecho caso ni Zaqueo, el publicano de Jerusalén, que era muy bajito y tuvo que subirse a un árbol porque la multitud le tapaba al Mesías. Cada generación busca en los libros la época que le ha tocado vivir. A la gente del siglo XXI, la ha trastornado Juego de Tronos. Yo, cincuentón profundo, llegué a conocer al Coyote. Las novelas nos muestran la vida. Son el espejo de Stendhal. Pero la vida siempre es la misma, y hay que acertar con la parte de ella que necesita ver en cada momento la sociedad. Quienes dominan mucho esta técnica son los barberos. Nota al pie. Javier del Pino, permíteme que salude ahora a mis barberos del Clot, los hermanos Pedro y Javier, no son los Pecos; pero, cuando me siento en el sillón, me dicen háblame de ti y de la libertad. Somos producto de la Transición. Una mezcla de Mazinger Z y de Las Reglas del Juego, de Jáuregui. Fin de la nota. En las barberías está ese espejo grande, donde uno se contempla indefenso. Y, después, ese espejo pequeño, con el que el barbero te deja ver tu propia nuca. Una novela también es eso. Verse uno por detrás. Igual que le pasaba al Correcaminos, por detrás de mí siempre hubo un Coyote. El Coyote de César Mallorquí. Desde Don Quijote, nuestros héroes de papel han hecho saltar las cadenas en mil para hacer que gane el bueno, lo mismo que el Capitán Trueno en la canción de Asfalto. Somos tierra de justicieros. Fuenteovejuna es para España lo mismo que Springfield para los Simpson. La literatura popular es el espejo de una barbería, donde nos vemos como somos, pero más arreglados.