"Solo me adormecen en el sofá, no me curan": el calvario de una sevillana que exige su séptima operación de espalda con una valla publicitaria
Estrella Pichardo, que ha desembolsado 375 euros entre la fotografía y el alquiler del espacio, denuncia la inacción del Hospital Virgen del Rocío para mejorar su calidad de vida
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La pancarta publicitaria de la Maestranza por una vida digna
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Madrid
"Estaba bien, pero a finales de 2021 empecé con dolores en las partes lumbares". Entre aquel momento y esta semana ha pasado poco más de un año, pero para Estrella Pichardo, una vecina de Coria del Río, es toda una vida. Hace 17 años se sometió a una operación de disco en la sanidad privada. Todo parecía ir bien. Aquel dolor había desaparecido y su vida había cambiado, pero recayó de sus problemas y con ellos, llegó una odisea sin destino por consultas y médicos.
A principios del último año Estrella, aquejada ante un empeoramiento de la zona dorsal, llamó al Hospital Virgen del Rocío, buscaba una solución de urgencia. "Pensaba que era por el frío, pero era como si me hubieran pegado con un bate de béisbol", recuerda. En total, ha recibido seis operaciones, la cuarta intervención en ese centro sevillano. A este historial se suma la osteoporosis, una discopatía y la artrosis. Pero, sobre todo, el hartazgo. Ansiaba una intervención definitiva que aliviara sus dolores, pero sigue sin recibirla por parte de la sanidad pública.
Este motivo le ha llevado a tomar una decisión límite. Desde hace unos días, junto a la Puerta de la Maestranza, en pleno centro de Sevilla, hay una valla publicitaria en la que aparece una mujer. Es Estrella. Aparece vestida de torero, con su espalda desnuda y una sobreimpresión de una resonancia magnética de una vértebra. El mensaje es rotundo. "Con respeto y valentía me enfrento a mis heridas". El hashtag de apoyo más claro todavía, #estrellaquierevivir.
Me ha costado 375 euros", explica Estrella, que hace números entre el alquiler de la valla que "vale 225 euros" más la propia fotografía. De hecho, de cronificarse esta situación la mantendrá, en parte, gracias a las facilidades de la propia empresa anunciante. "Ya me han dicho que el próximo mes no me van a cobrar, y además me van a poner dos vallas publicitarias más", detalla. De esta forma intentará luchar por su derecho como ciudadana a recibir un tratamiento efectivo.
Todo un periplo
En el último mes de febrero, recuerda, "me derivan a urgencias porque se apreciaba una posible fractura vertebral". Aquel diagnóstico se produjo en un centro de salud de su municipio, desde donde la derivaron a urgencias del Virgen del Rocío. El hospital, por su parte, no apoyó esa teoría. "Me pusieron calmantes", señala Estrella, a quien "enviaron" a su casa. Poco días después acudió al centro en busca de su neurocirujana. "Pero cuando abro la puerta no era ella, sino otro médico, me dijo que yo no era su paciente, y yo le dije que no era mi médico", rememora.
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A pesar de que no podía hacer una revisión, el sanitario la exploró y "solo" le dijo que entendía que le doliera. "Me dijo que la vértebra estaba transparente, me subió la dosis de morfina porque no podía con el dolor", señala. Además le aseguró que le mandaría una radiografía, que "no llegaba". Cansada, Estrella vuelve a quedar con su neurocirujana quien le insta a someterse a una resonancia magnética. "Es la que está en la valla", explica. "Me dijo, preocupada, que la fuera a ver sin cita cuando tuviera los resultados".
Los calmantes no son la solución
La vértebra estaba rota. Ella solo considera una operación que mejore su vida, pero desde el centro solo le han ofrecido termo-coagulaciones para "matar el nervio", ya que es "una operación muy arriesgada". "Me han matado nervios, pero no me ha servido de nada, cada vez estoy peor", clama la paciente que denuncia que sigue sin recibir respuesta. Ahora solo le ha quedado esta opción, acudir a los medios. Las pruebas de anestesia han caducado y su futuro se ha estancado.
"Ahora me han cambiado la medicación, tomo muchísima medicamento, no es justo, a mí solo me adormecen en el sofá, no me curan", comenta. Recurre a estos calmantes "solo cuando no tengo que llevar a mi hija al colegio". Señala que no quiere ser una "conductora temeraria". "Yo no tengo vida, ni yo ni mi familia, ni mi niña, voy al colegio, hago cuatro mandados y ya está, deja de contar porque no puedo estar mucho tiempo de pie, ni sentada ni acostada", culmina.
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